sábado, 27 de octubre de 2007

Focalizaciones (opus 3)


Sala de espera

¿Estaremos todos ya? ¿Sólo cuatro pasamos la batería de exámenes? En realidad es buena noticia, ayer había no menos de cuarenta candidatos. Estuvo difícil, tanto número, tantas trampas en las preguntas. Los tres disimulan su nerviosismo escondiendo los ojos en una revista. ¿Funcionará el dictum dime qué lees y te diré quién eres? A cada rato nos descubrimos unos a otros mirando, espero que no surja un socialité y quiera iniciar una conversación, tenemos la obligación gremial de odiarnos, los cuatro aspiramos a un único puesto. Ella es la clásica mujer liberada. Cree que con su vestido azul marino y su blusa blanca va a lucir como una mujer ejecutiva. No está mal, hay que ser justos, tiene unas piernas de concurso, debería usar la falda un poco más corta. Me descubrió viéndole las piernas, espero no haberme ruborizado, soy obviamente el más viejo de los candidatos. Lee la revista Fortune, eso significa muchas cosas. Primera: que habla inglés, o por lo menos quiere que los demás sepamos que es bilingüe; segunda: que es una mujer de negocios, encima del pret a porter y la revista Hola que despreció. ¿Qué edad tendrá? Es difícil calcular la edad de las mujeres. La sepultan con sus tintes y su arte del maquillaje.
El de traje negro, el elegante, también le mira las piernas, lo he cachado dos o tres veces. Ese cabrón se siente modelo, cree que va a obtener el puesto con su traje Givenchi y su corbata espectacular. Hasta aquí llega su lavanda, y él sí ignora la opinión de los demás y está metido en la revista TV novelas, le vale gorro lo que la chusma murmure. Ella lo mira de ves en ves, disimuladamente pero lo mira. ¿Por qué las damas sentirán atracción por los artificiales, por lo obvios, personajes a la moda, que se conservan delgados a fuerza de gimnasio, un metrosexual pintado que la ignora notoriamente. Será una táctica para conquistarla, o será gay recién emergido del closet.
Este otro, tiene cara de amable. También le mira las piernas pero con mas decoro. No mueve la cabeza, sus globos oculares giran de las letras a las piernas y a los pechos, también me ve a mí, y al elegante, creo que tiene ganas de decir algo pero no se atreve a romper el hielo. Es la antítesis del otro, basta ver sus zapatos reclamando por una boleada urgente y el cuello de su camisa listo para jubilarse. Qué diferentes son los tres, un guapo elegante, una ejecutiva de buenas piernas y un malvestido con cara de que trabaja quince horas diarias.

Qué obvios son los hombres, qué elementales. Me miran las piernas con diferentes grados de disimulo. El guapísimo me ignora notoriamente, una estrategia bastante tópica, no te miro, no me impresiona tu cuerpo, los hombres me persiguen a mí, payaso, ya quisieras para un día de fiesta. Está chulo el cabrón, se ve que es cliente del gym, y se viste como príncipe. Si no fuera mi rival de trabajo, le echaría los perros a ver qué onda. A estos indiferentes profesionales los tengo medidos. El de enfrente es el clásico serio, casado seguramente, aunque no use argolla, cuarentón, culto; no sé por qué a los hombres inteligentes se les nota, es como un aura, es rival de cuidado para el puesto, aunque ya está viejo, en estos tiempos tener más de cuarenta es un suicidio laboral, nadie contrata ancianos de cuatro décadas. Suena absurdo pero tiene cierta lógica, y no sólo por el tiempo de vida laboral que le queda; los hombres maduros están ya hechos, llenos de paradigmas y mañas, no se adaptan con facilidad —como un joven— a los reglamentos de una empresa; el de en medio está descartado, no es rival para los otros, tiene aspecto de burócrata de medio pelo, fracasado profesional, aunque debe de ser muy inteligente para haber pasado los exámenes, en general los feos son brutos, pero este puede ser la excepción. ¿Me habré vestido bien? La entrevista es con el licenciado González, un hombre, creo que estoy equilibrada entre mi aspecto de negocios y mi sensualidad a prueba de uniformes. Funciona, tengo a estos tres comiendo de mi mano, o más bien de mi pecho, como si fueran bebés; el más viejo me sonrió, primer contacto, sonrisa de compromiso, se nota a leguas, cruzamos miradas y se apenó por estarme viendo las piernas, el viejo juego, respondí a su sonrisa pero por pura cortesía, regreso la mirada a su revista, si no tuviéramos estas revistas para escondernos sería incomodísimo, como en los elevadores cuando todos se quedan mirando el numerito del piso para no verse unos a otros. Ja ja, el metrosexual no resistió mi cruce de pierna, táctica opus cuatro para descongelar mamones, casi se le cae la revista igual que al burócrata, al pequeño malafacha, el pobre que planchó su traje y su camisa personalmente, ese traje gris que de tanto planchado adquirió brillo propio, debe ser herencia de su abuelo; la estúpida recepcionista no regresa, tiene más de diez minutos que dijo “un segundito” y se largó, apuesto que está en el baño haciéndose pendeja, fumando un cigarrillo y chismeando con otras secretarias.

Espero ser el primero en ser recibido, soy muy malo para las esperas, me mortifican. Con que quedamos cuatro, ¿no?, aquí presentes los que pasamos el cedazo, los finalistas de la gran multitud que aplicó al puesto; el desempleo está grueso, jamás imaginé a estas alturas del juego estar compitiendo por un empleo de cuarta, director regional, sólo eso me faltaba; estos son mis rivales, y más vale que los derrote, porque las tarjetas de crédito están al tope y debo tres mensualidades del auto; está buena la tipa esta, tiene un piernón loco, y unos pechos de competencia, pero no creo que sea rival; a este tipo de mujeres ejecutivas liberadas hay que tomarlas con ciertas reservas; no tiene argolla, podría jurar que es divorciada, debe tener unos treinta y cinco, como de mi vuelo, pero para una mujer son muchos años; seguro que su marido la dejó porque se creía la última chela del estadio; cuando se darán cuenta estás damiselas que la liberación no les hizo un gran favor, que salieron perdiendo; lo malo es que el director de recursos humanos es hombre, y si resulta un libidinoso la tipa esta tendrá cierta ventaja; el pequeñín de junto está descartado, todavía no entra y ya está sudando a mares de los nervios, es un perdedor; creo que el contrincante fuerte parece ser el señor de traje negro, luce como viejo lobo de mar, tranquilo, reposado, seguro de sí mismo; tiene estilo de marido y padre ejemplar, hombre serio, que necesita pagar las colegiaturas de sus hijos, escuelas privadas, católicas, caras; mi estatus de divorciado doble me ha quitado algunas oportunidades; es increíble que en estos tiempos algunos retrógrados se fijen en esas estupideces. Ojalá fuera una mujer la de personal, me entiendo mejor con ellas, son más fáciles de manejar, a algunos hombres les cae mal que me vista así, les incomoda mi cuerpo, mi aroma francés, acomplejados, quisieran todos ser así pero no pueden; ya quisiera este enano de junto ser atractivo aunque fuera por un día, jalar la mirada de las damas de todas edades y colores, ya quisiera el casado buena-gente tener mi departamento, mi auto deportivo, elegir entre diez hermosas mujeres cada día con quién salir, pero no, es hombre, un tal licenciado González, un hijo’eputa de los que seguro llegaron a ese puesto por puntualidad y asistencia; tengo que ganar, si no me va a llevar la fregada.

Este es un payaso, un tenorio de pacotilla, ve al mundo para abajo, desde la altura de su ropa importada, huele a tres metros de distancia, se hace manicure como vieja, está descartado, no sirve un hombre que se quiere tanto, por naturaleza es débil, aunque el carisma que tienen estos cabrones suele ser factor de liderazgo, la borregada sigue más a los guapos que a los feos, independiente de sus calificaciones profesionales; el puesto está entre la muchacha y el tipo serio; salieron los tres parejos en las evaluaciones, técnicamente empatados, debo decidir por la entrevista, hoy mismo, uno de los dos. Sería agradable tener una chica tan guapa en la empresa, es estimulante para todos, pero tiene dos hijos, los tiene que atender, es una madre sin esposo, eso siempre será un inconveniente. Bueno, está decidido, fue buena idea sentarme un rato entre ellos sin que supieran quien soy.

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