miércoles, 17 de diciembre de 2008
Estoy internado en una clínica
especializada en desintoxicación de placebos de la fe
lavando mi piel y mi alma de toda una vida
de ritos de eucaristía caníbal y fábulas primitivas que habitan
en las más profundas cavernas de mi terco subconsciente.
Espectros de diez generaciones de progenie heráldica
hacen girar sus rosarios en un periplo inacabable
invocando a todos los beatos del almanaque doméstico
que se niegan a perder a un presunto candidato.
Demonios escarlata celebran el baile de la victoria
blandiendo sus tridentes sobre los arcángeles que con
espadas flamígeras pretenden rescatarme de las garras
infernales del corrompido agnosticismo que me atrapó.
Al final, despojado de prejuicios heredados y paradigmas,
habiendo escalado a los cielos y descendido a los abismos
con la mente vacía de dogmas y el cuerpo desnudo de miedos
buscaré a Dios y si lo encuentro, me quedaré callado.
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