miércoles, 28 de marzo de 2012


El enemigo invisible
Álvaro Ancona


Es muy fácil perdonar a nuestros enemigos
cuando no tenemos los medios de aniquilarlos.
Heinrich Heine



Han pasado aproximadamente cinco mil años, desde que tenemos noticias del hombre. Cinco mil años a partir de la escritura, que nos dio la posibilidad de interpretar signos y aportarles significados comunes y descifrables. Y lo más patético de la historia, es que de entre esos cincuenta siglos, sólo podemos encontrar nueve, sin guerras importantes.

Se han firmado más de ocho mil tratados de paz en los últimos 35 siglos.

Se suponía que la Segunda Guerra Mundial iba a ser la última de las grandes conflagraciones, pero desde su final en 1945 hasta la fecha, se han lidiado 140 guerras con un saldo superior a los trece millones de muertos.  

Otro dato escalofriante en las estadísticas de la guerra es el siguiente: en la primera mitad del milenio que corre del año mil al dos mil, nueve de cada diez muertos eran soldados, pero la proporción cambió de tal manera, que a finales del siglo XX, nueve de cada diez víctimas de los conflictos armados fueron civiles.

De estos datos podemos concluir, sin temor a equivocarnos, que el ser humano es guerrero por naturaleza y que, históricamente, ha encontrado siempre buenos pretextos para hacer la guerra: el agua, las diferencias étnicas, la lucha por el territorio, las religiones, las ideologías y hasta el deporte. Baste recordar la guerra de las cien horas entre Honduras y el Salvador, provocada por un partido de futbol de las eliminatorias de la Copa Mundial de 1970.

Pero todas las guerras de la historia han sido entre dos o más bandos contrarios, identificados con escudos, colores, banderas y, en la mayoría de los casos, con una causa justa desde el punto de vista de alguno de los rivales.

Pero, llegando al tema que nos ocupa.

México, y algunos de sus aliados teóricos, está librando una guerra feroz en contra de un enemigo invisible. Los nombres de los cárteles: los Zetas, La familia, Cartel del Golfo; o de sus líderes, Beltrán Leyva, Chapo Guzmán, Caro Quintero y muchos otros, no son más que la punta del iceberg, lo que se ve y sale en los periódicos. Pero el verdadero enemigo, el que nos mantiene en una guerra civil absurda, está por debajo de estos señores u organizaciones. Es el verdadero enemigo invisible, conformado por funcionarios públicos corruptos, policías, soldados, líderes sindicales, maestros y ciudadanos comunes que están en la nómina del crimen organizado.

Son cientos de miles, quizá millones, pero no tienen logotipo, ni ideología alguna, no tienen bandera ni escudo, no buscan más que el lucro duro y carecen por supuesto de los mínimos valores éticos y morales.

Es la “quinta columna” de los cárteles, que trabaja de manera clandestina en las oficinas de gobierno o de empresas privadas, en las instituciones y corporaciones de seguridad, en las iglesias y sindicatos. Es un ejército tan invisible, incoloro e inodoro, que no se puede combatir con las estrategias de guerra tradicionales.

Imagínense un partido de futbol cuyos contrincantes fueran invisibles.

Y ante el enemigo invisible surgen todas las ilustradas teorías de café. “Es culpa de Calderón, que sacó al ejército de los cuarteles”; “es culpa del PRI, que fomentó la corrupción y el nepotismo durante siete décadas”; “es culpa de la izquierda, cuya destructiva crítica al gobierno y a las instituciones ha dado alas a la organización delincuencial”.  

En México todos meten su cuchara, pero muy pocos ayudan a hacer la sopa.

Y es que es muy fácil legislar soluciones en la sobremesa. No se necesita ser un intelectual para saber que la solución está en la educación, en los principios familiares, en la honestidad de los funcionarios públicos, en el aumento del nivel de vida de todos.

Qué fácil, ¿no?
“Es que son soluciones a largo plazo”, reclaman mis colegas, son la esencia de la utopía, ese lugar que no existe y con el que todos soñamos.

Pues si la solución es a largo plazo, ¿por qué no la echamos a andar hoy, entre todos?










3 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Álvaro:
Efectivamente uno de los grandes problemas es el del enemigo invisible y no sólo en México sino en otros países y no sólo por un tema tan controvertido como el que aquí indicas sino por todo: educación, sanidad, alimentación.

El ser humano tiene que hacer algo potente siempre. Si no consigue crear destruye. Desde la escuela y la familia, en general, se reprime el instinto creador del niño, se le pide que aprenda por repetición, que no pregunte cosas extrañas...Después, toda esta frustración creativa, cuando ya es adulto, no sabiendo tampoco negociar ni llegar a acuerdos desemboca en la guerra. Y la guerra la hacemos todos. Los que la realizan y los que no la impedimos.

Me pregunto si esta especie Homo Sapiens u Homo Destructivus, tiene remedio...

Pero hay que pensar que sí y como bien dices empezar ahora a sentar las bases del cambio desde la educación, la familia, el diálogo.

Si no se termina nuestra especie antes (por extincion o aniquilacion...esperemos que no) tenemos mucho tiempo para evolucionar y cultivar los aspectos éticos que siempre se han dejado de lado. Quizás exista un futuro mejor empezando ahora a realizar esos cambios tan necesarios como urgentes.

Un abrazo
Ana

Álvaro Ancona dijo...

Probando, 1, 2, 3, probando.

Álvaro Ancona dijo...

QAuizám querida Ana, la respuesta esté en la poesía.