sábado, 22 de septiembre de 2007

Mi amigo el caminante

Con esto pago una deuda de tres décadas. Perdón por el retraso amigo.

Era un navegante sin nave ni mares
ilusionista vagabundo que extravió los conejos
en un sombrero de siete reflejos que jamás existió.
Aprendiz de todos los oficios, maestro de solo dos:
abecedarios inconclusos y
crucigramas imposibles de cruzar.

Caminó desde los prados hasta los litorales
persiguiendo un horizonte que insistía en esconderse
y un arco iris que sólo veían los pelícanos.
En su andar se enamoró dieciséis veces seguidas
de los mismos ojos
aseguró siempre que eran la luz original
pero jamás lo miraron, no existía
luz de la calle, oscuridad de su alma.

Adónde te largaste, irresponsable andante
a qué conclusiones te llevaron tus andanzas
en que horno incineraste tus poemas
ni siquiera volteaste para decir adiós
te bebiste los mareas de un solo trago.

El día que te marchaste se apagó una estrella.

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