lunes, 27 de octubre de 2008

In memorian


Los árboles no tienen nombre
Lidia B. Biery

La conocí. No diré su nombre,
qué importa esa palabra
impuesta por nacer. Los árboles
no tienen nombre y sin embargo
lo esperan todo frente al tiempo,
de pie y sin bandera blanca que agitar.

Ella estaba un poco loca.
Muchas veces anunció a su vientre un hijo que nunca existiría
y se guardaba la espuma del mar en sus retinas.
Solía inventarse en los espejos
aunque la brisa se le hiciera añicos
los domingos. Era un evangelio apócrifo de sí.

A veces le alcanzaba con tener un sólo sueño
-siempre habrá un sueño que no se ponga en huelga-
y sus pulmones se abrían a la lluvia
mientras los pájaros dormían
sobre una ala de la ausencia.

La conocí y ella fue quien me enseñó
que la muerte es un detalle más del porvenir,
que todos somos otro
como Rimbaud decía. Y que nadie puede amar
sin haber hurgado antes en la sombra,
como luna a horcajadas de las noches frías:
como razón de la razón,
soledad de soledad,
pasado del pasado.


Mujer albatros
Álvaro Ancona

Para Lidia, por si hace falta.

Ella se fue volando.
Siguió la luz del horizonte
al otro lado de la mar océano.
Remendó con hilo de seda sus alas nuevas
y afinó la punta de su pluma para buscar el renacimiento,
en el justo lugar que le señaló la estrella
en la que se columpiaba de niña.

Se fue volando sin mirar atrás
para no convertirse en estatua.
Levó anclas
quemó naves
tomó las manos que le llamaban.
Desenfundó su espada de guerrera invencible
y conquistó el otro lado con la fuerza de su palabra.
Ella se fue volando.

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Álvaro, dos poemas para Lidia sentidos y excepcionales. Has plasmado el centro de esta mujer albatros que estará volando por algún lugar del universo.

Un abrazo
Ana

Álvaro Ancona dijo...

La extraño mucho, Creo que nos dio algunas lecciones de valor al perseguir su destino.

Gracias, Ana.

Álvaro