martes, 21 de abril de 2009

La medida de sus pechos


Eran sus pechos de la justa medida de mis manos
sus ojos del color de mis visiones
su boca generoso albergue para besos huérfanos
y sus manos
—ay, esas manos que parecían flamencos al vuelo—
fuente inacabable de mis arrebatos…
pero nunca me acariciaron.

Cuando reía bailaban los delfines
a su paso se incendiaban las farolas
en su cintura habitaban inéditas mariposas
y sus piernas
—ay, esas piernas que parecían columnas griegas—
origen natural de mis desvelos…
pero nunca me rodearon.

Su piel fue urdida por las manos prodigiosas
de la tejedora de los prodigios eróticos
era tan suave como la arena nueva
y sus caderas
—ay, esas caderas que hacían enloquecer a la rosa de los vientos—
movimiento perpetuo de mis locuras…
pero nunca me atraparon.

2 comentarios:

Marian Raméntol dijo...

En el mejor de los platonismos...

Un abrazo
MArian

Álvaro Ancona dijo...

Marian:

me imagino que debe haber muchos amores platónicos en este cárdeno mundo. No es mi estilo, deinitivamente.

Gracias. Me honras.