martes, 20 de noviembre de 2007

La taquería



Mi endémica falta de fuerza de voluntad es vencedora otra vez.
Me estaciono en doble fila, ¡total!, que tanto pueden afectar a mis elevados triglicéridos, y al terco colesterol tres móndrigos taquitos a media mañana. Si me reclama el tamarindo que está comiendo también, le doy una corta mordida y asunto arreglado.
—Paisa, ¡écheme dos de suadero y uno de lengua!
—Momento Helena que me están peinando —responde sin mirarme, sin dejar de utilizar su estilete, picando cilantro y cebolla con maestría. Registra el pedido, lo forma en la lista mental de pendientes.
Miro al personal expectante. La mayoría enchilados por la bronca salsa arriera.
Un alto ejecutivo se arquea con habilidad para no chorrear su corbata Givenchi con salsa mexicana. Junto a él, codo a codo, un taxista feliz paladea el cuarto taco de machitos, con poca hierba y mucho chile; las solicitudes no menguan.
— ¡Dos de ojo con todo! —Dice un precandidato de PRD a la presidencia de la República.
— ¡Uno de maciza con poca salsa¡ —exige una dama totalmente palacio que descendió de un automóvil alemán.
— ¡Tres de chorizo, y dos de cachete! pero sin chile —solicita el líder sindical con su chamarra de cuero.
— Usted siéntese bien—responde el paisa— orita lo atiendo.
— ¡Una Fanta de toronja! —implora enchilada una escolapia uniformada de cuadritos, que a todas luces se fue de pinta con un par de contlapaches.
— ¡Órale paisa, que se me hace tarde! Reclama el gerente del banco de la esquina. Hay una colota en el banco.
—Hay van, patroncito, déme chance que sólo tengo dos manos y mi auxiliar administrativo hizo san lunes.
Me entregan el pedido. Reviso el contenido, le agrego salsa; muerdo el primero de suadero. El pecaminoso líquido sale por un extremo y macula los zapatos recién boleados. El bolero está también esperando que lo atiendan. Mi experiencia de varias décadas me permite terminar sin mayor daño. Una chaparrita de piña bien fría, permite al suadero y a la lengua acomodarse en mi estomago, despertando al animal. Me valen madre los triglicéridos. Vengan otros dos, y prometo desde mañana comer sólo All Bran.
La popis señora del BMW, le dice a su amiga.
—Es increíble, no se puede una comer unos taquitos sin tener que codearse con la chusma. Pobre país, cuanto naco lo habita.
El bolero la escucha.
—Voy voy, chale con la las doñas. Les van a salir ronchas. Si no les gusta la compañía váyanse a comer a un restaurante francés.
Las distinguidas damas ignoran el comentario del peladito, y piden uno de moronga.
Liquido mi cuenta con exactitud, y deposito en el bote de metal que dice tips, mi óbolo generoso para la educación de los hijos del paisa.

Coño, no había desayunado más que un café, y ¡que caray!, estoy contribuyendo a la economía informal que tanto necesita nuestro alicaído país. Abordo mi automóvil meditando sobre la democracia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Álvaro

Espero ahora si dar con la manera de insertar un comentario... jejeje

Me encanto la taquería y la chaparrita... genial!, a mi me encantaba la de piña, quiero una...

Recibe un abrazo

Lucero