miércoles, 31 de octubre de 2007

La nuevas voces de la Real Academia de la Lengua


ANA MENDOZA (EFE) MADRID.




Las 22 Academias de la Lengua Española han incorporado al Diccionario académico voces coloquiales como "animal de bellota", "cuerpo de jota", "modernez", "fisio", "neura" y subidón"; términos usados en América como "aeromoza" y "nocaut", y expresiones más propias de España como "perder aceite" o "rebotar".

Estas son algunas de las 4.618 modificaciones que desde junio de 2004 hasta diciembre de 2006 han ido aprobando estas instituciones y que, a partir de ahora, se podrán consultar en la página web del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que recibe un promedio de 750.000 visitas diarias.

Una amplia selección de novedades, entre las que figuran términos informáticos tan usados hoy día como "colgar", "descargar", "maximizar" o "minimizar", fue presentada durante la inauguración del Centro de Estudios de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, en un acto que estuvo presidido por la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.

Los avances tecnológicos permiten la constante actualización del DRAE y, así, desde que se publicó la XXII edición del Diccionario en 2001, las Academias han incorporado a la página electrónica un total de 17.310 modificaciones, de las cuales unas 5.000 son voces y acepciones nuevas.

Atentos a cómo se habla en la calle Los académicos suelen estar atentos al lenguaje de la calle y si hace unos años habían admitido expresiones coloquiales como "vender la burra" o "comer la moral", ahora le dan entrada a "animal de bellota" ("persona ruda y de poco entendimiento" ), "cobardica" (persona timorata), y al buen humor y ganas de divertirse que supone tener "cuerpo de jota".

Al ámbito coloquial pertenecen también los términos "fisio", (fisioterapeuta) , "modernez" (forma despectiva de aludir a la modernidad), "neura" (persona "muy nerviosa, obsesiva y maniática"), "nota" (individuo), "subidón" (de fiebre, por ejemplo) y "paganini", es decir, "la persona que paga, generalmente por abuso, las cuentas o las culpas ajenas".

El Diccionario hace tiempo que dejó de reflejar sólo el español de España y cada vez incorpora más voces procedentes de América. En la lista de novedades difundida hoy figuran algunas como "aerobismo"( deporte consistente en correr al aire libre), "aeromoza" y "aeromozo" (azafata y azafato de aviación), "bluyín" (pantalón vaquero), "blúmer" (braga) y "panti" (leotardo), y "nocaut", es decir, ese "golpe que deja fuera de combate" al que lo recibe.

También se incorporan voces y expresiones habituales en España, como "perder aceite", que, en sentido irónico, alude al hombre que muestra "maneras de homosexual"; "animal político", esa persona que "revela cualidades innatas para el ejercicio político", y el tan habitual "canguro" que se encarga de cuidar a los niños en ausencia de los padres. "Rebotar", es decir, "enfadarse vivamente por palabras o acciones de otros"; "deportivas" (zapatillas de deportes), "guadianesco" (que aparece y desaparece) y la coloquial "de culo" (hacia atrás), son expresiones empleadas igualmente en España.

También voces cultas Pero que no se preocupen los amantes del lenguaje culto, porque las Academias le han dado el visto bueno a voces como "fátum" (hado), "iridiscencia" ("reflejo de colores distintos, generalmente como los del arcoíris" -palabra, por cierto, que figura escrita así en el informe, pero que aún no consta como vocablo compuesto en el diccionario- ), "promisor" (prometedor) , "reminiscente" (que evoca a alguien o algo anterior en el tiempo) y "sapiente" (sabio).

El Diccionario se ha visto enriquecido además con numerosos términos técnicos. De la informática llegan "bajar", "bus", "navegador" y "subir", y del ámbito legal proceden "inadmitir", "publificar" y "supletorio" . A campo de la medicina pertenecen "anfetamínico" , "artroscopia" y "colonoscopia" ; al de la física, "convector", "ionizar" y "excitar" ("hacer pasar un electrón de un nivel cuántico a otro más elevado en un átomo o molécula"), y de la química proceden voces como "anodizar", "biogás", "interfase" y "lisérgico".

Así que, amigos, a darle rienda suelta a lenguaje que casi todo es permitido.











El casting (fragmento de novela)



Miró el reloj, rutina pura, sabía exactamente la hora: las cuatro de la mañana. Ni un minuto menos, ni un minuto más. Su cronómetro biológico era japonés, barato, pero exacto como el sol de invierno. Tenía dos meses de despertar a las cuatro sin importar las horas que hubiera dormido. Asmodeo, el gato adoptivo que le servía de espejo cuando hablaba en voz alta, el único ser viviente al que soportaba en tiempos creativos, despertó a la par. Estaba enrollado entre sus piernas; miró con sus ojos del color del sol a su socio para decirle que estaba vivo también, que había sobrevivido la noche. Se levantó sin dar tiempo a su mente de barrer las telarañas. A las cuatro y diez sonaría el timbre, tiempo justo para servir su desayuno al gato y preparar café. Sin una taza no terminaría de encender el pensamiento. A las cuatro y nueve, se sentó en la sala para tomar un trago volcánico, y no resistió la tentación de encender el primer cigarrillo de la mañana. Lo juro, en cuanto termine este proyecto dejo de fumar para siempre. Una especie de cábala que rezaba en cada obra. Su lucha contra el cigarrillo había llegado a la mayoría de edad, veintiún años tratando de dejarlo cada lunes, cada enero, cada cumpleaños. Cuando el reloj de cuarzo dibujó las cuatro y diez, sonó la puerta. Era una mujer, una sofisticada dama vestida de negro, con el cabello encadenado a un chongo y cubierto con una mantilla. Asmodeo se erizó al verla, y fue a refugiarse a la recámara. Ésta tiene que ser villana. No pasó el detector de buena onda. Le ofreció un café, pero la invitada lo rechazó:
—Prefiero un té de manzanilla, ¿será posible?, el café me produce ansiedad, no la necesito, estoy sobradamente frenética con esta entrevista para agregar cafeína a mi régimen nervioso. Requiero el té, por favor.
Por supuesto que no había té —joder—. Los hombres no bebemos té, es una infusión para damas bulímicas o ingleses atrapados a las cinco. Pero era su invitada, él la había convocado a la reunión.
—Si me esperas unos minutos intentaré conseguir té, no tengo. Los autores no tomamos esas cosas, somos unos cerdos, bebemos café y ron, fumamos a toda hora, en dónde hallar la paciencia para esperar que una bolsita con especias se disuelva en una taza de agua hirviente.
Se puso su chamarra de pana, la madre de todas las chamarras, la tenía desde los años universitarios, envolvió su cogote en una bufanda y cubrió su calva, que luchaba por avanzar, con una cachucha de boinaverde. Tuvo que rogarle al chino de la cafetería para que le vendiera unos sobrecitos de té. “Éste es un restaurante, no una tienda de abarrotes”. Una vez satisfecho el capricho de la aspirante se sentó a observarla antes de iniciar el diálogo. Sacó un cuaderno. Era ya el séptimo lleno con apuntes necesarios para la obra. Observó, ahora con ojo profesional, a la candidata: Debe medir uno setenta, quizá un poco más; no es una belleza, pero no necesito una, me basta con su mirada inteligente, su aura de misterio, ése sí es un requisito, si va a ser la mala tiene que portar secretos en los ojos, despertar la curiosidad, hacer saber que en su pasado hay historias por desvelar en las digresiones en las que suelo perderme; su perfil es interesante, clásico diría yo. No importa que no me gusten sus labios escuálidos, siempre me han encabronado. Me atraen las hembras que los tienen gordos, las de labios delgaditos son maléficas, pero no tiene que gustarme a mí, cuándo se me quitará la deplorable costumbre de rasar todo con mis propias ideas; su pelo es adecuado a la trama, negro como el café de estas tierras, como el infierno, seguro es pintado; eso también me fastidia, quimérico encontrar mujeres naturales, todo es plástico.
—Ponte de pie por favor.
¿Habré sonado grosero?, no era mi intención, pero me vale, no son ni las cinco de la mañana y ya estoy trabajando. Ni los esclavos de la era del Virreinato laboraban jornadas de veinte horas. Mi patrón es un tirano hijo de puta. No tiene mal cuerpo, es flaca, sus piernas son largas, hacen juego con los brazos y los dedos; toda ella es longuilínea, no atractiva, pero no busco a una mujer seductora, otros personajes cubrirán ese papel. Requiero de una arpía sugestiva, como la bruja guapa de Blanca Nieves, la narcisa que se confrontaba con el espejo.
—Camina por favor, sólo unos pasos.
No está mal, podría servir con ciertos retoques de maquillaje. Ahora viene lo importante, a ver si tiene forma y fondo, si su voz corresponde a la personalidad, si no corrobora el diagnóstico de Asmodeo que rara vez se equivoca y resulta una estúpida.
—Dime tu nombre completo.
—Berenice Gutiérrez.
—Dije completo, todos los nombres y todos los apellidos.
—Bueno, me llamo María Berenice, pero odio el María, mi apellido materno es Hernández, un apellido tan común que prácticamente lo tengo eliminado aunque mi madre se infarte.
—En este momento no estoy buscando ideas, ¿entiendes?, estoy averiguando hechos. Yo te digo cuando puedas opinar.
Me interesa ver su reacción ante la filípica, ante mi actitud número doce, la de capataz. Obviamente se encolerizó un poco, pero no demostró miedo, eso es bueno, imagínate a una villana, quizá la antagonista, acobardada al primer grito. María Berenice. Ése no es un nombre de mala, me suena como a virgen o santa, tendría que cambiárselo en caso de contratarla, es un nombre débil, de esos que están de moda. Bueno, pasó la primera prueba, podemos continuar.
—Cuéntame la historia de tu vida en cinco minutos, ni uno más ni uno menos, cuando te diga Ya, empiezas.
Está molesta, no puede evitarlo, no cabe duda que cuando me propongo joder a alguien soy titulado, alguna cualidad debía tener, ¿no?
—¡Ya!
—Nací en Barcelona. Supongo que por obra y gracia del Espíritu Santo. Jamás he conocido siquiera el nombre de mi padre. Fue en los sesenta, cuando las españolas se rebelaban a la dictadura oficial e imitaban a las hippies de San Francisco. Mi madre mandó al cuerno a sus papás y vivió la juventud chiflada de su tiempo. Se tiró a la mitad de los muchachos de Barcelona. El cincuenta por ciento de los adultos de hoy podría ser mi padre. Antes de emigrar a las colonias, estudié la primaria y la secundaria en una escuela de monjas, bajo el resguardo de mi abuela. Vivimos después en Buenos Aires, en Bogotá y aterrizamos finalmente en México. En esta metropolzota he pasado mis años adultos. Mi experiencia es lo más ecléctico que puedas imaginar, ¿te puedo hablar de tú?, también sé hablar de usted y de vos.
—No me importa el modo. Sigue que te quedan sólo dos minutos. No tengo tanto tiempo, hay cientos de aspirantes.
¿Quién se cree este cabrón, Shakespeare o García Márquez?
—He sido mesera, maestra de arte dramático, secretaria trilingüe, es que hablo perfecto español, francés y por supuesto catalán, más bien mallorquín. Soy una amante consumada, sin remilgos, le entro a todo y por cualquier lado, eso lo puedo demostrar.
Coño, ésta es capaz de cualquier cosa con tal de obtener el papel.
—Tengo voz de soprano, puedo también mostrarlo en cualquier momento, lo único que no tengo es experiencia como personaje de ficción, pero no creo que sea tan difícil, es cuestión de dejarse llevar.
—¿Tienes hermanos?, Sólo uno, pero hace años que no lo veo, no nos llevamos bien. En realidad no me llevo bien con nadie, no creo en la humanidad, te lo digo de una vez, ni en el amor, ni en las conveniencias sociales. Para lo que estoy excluida definitivamente es para ser la buena, ni siquiera me interesa. Las bienhechoras no pasan a la historia. La Dama de las Camelias, la Dulcinea, Madame Bovary, eran putas, malas, y fueron las trascendentes. Eso es lo que deseo. Si me piensas contratar para un papelito difuso olvídalo, no soy la adecuada.
—¿Eres derecha o zurda?
—¿A qué te refieres? Para escribir soy zurda, para todo lo motriz, pero mis tendencias son ambidiestras, agarro parejo cuando se trata de sexo o de romance.
—¿Cuáles son tus manías?
—Ufff, es larga la nómina: soy fumadora compulsiva, tres cajetillas al día, no he fumado porque es muy temprano, necesito dos tazas de té antes del primer cigarrillo.

martes, 30 de octubre de 2007

Amores y desamores


Elemental

Me disfrazo de lluvia
—disuelvo mi alma en gotas incoloras—
para empaparte.

Me envuelvo de tierra
—con accesorios vegetales—
para cultivarte.

Me diluyo en el aire
—diáfano e invisible—
para acariciarte.

Me incendio de fuego
—velado en llamas—
para quemarte.


Eran sus pechos de la justa medida de mis manos

sus ojos del color de mis visiones
su boca generoso albergue para besos huérfanos
y sus manos
—ay, esas manos que parecían flamencos al vuelo—
fuente inacabable de mis arrebatos…
pero nunca me acariciaron.

Cuando reía bailaban los delfines
a su paso se incendiaban las farolas
en su cintura habitaban recientes mariposas
y sus piernas
—ay, esas piernas que parecían columnas griegas—
origen natural de mis desvelos…
pero nunca me rodearon.

Su piel fue urdida por las manos prodigiosas
de la tejedora de los prodigios eróticos
era tan suave como la arena nueva
y sus caderas
—ay, esas caderas que hacían enloquecer a la rosa de los vientos—
movimiento perpetuo de mis locuras…
pero nunca me atraparon.


Ese modo que tienes

Ese modo que tienes
de desafiar a la mañana
vestida de bruja nueva
convertir las lágrimas en rocas
ser estrella nocturna,
con vocación de faro
luz boreal de mis locuras.

Ese modo que tienes
de atravesar el pantano inmaculada
guerrera feroz en mil batallas
y ondear como bandera tu sonrisa
paloma blanca, alianza inevitable.

Ese modo que tienes
de mirar a través de los objetos
pedir todo sin esperar nada
ser fantasma en noches desveladas
sinfonía de los tres tiempos.

Ese modo que tienes
de pregonar tu verdad al primer viento
inventarte y nacer cada mañana
llenar espacios que dejaste vacantes
con ansias de cometa liberada.

Ese modo que tienes
de ser siempre una hoja en blanco
que habitará en la punta de mi pluma
por los siglos de los siglos…

domingo, 28 de octubre de 2007

Primate genial



I
Del evento inefable, abuelo del universo
germinó el gran trueno, pionero de los creadores
origen cierto de luz, tiempo, espacio
—caos cósmico— patriarca natural.
Del tumulto emergió la tierra
detritus cósmicos organizados
epilepsia telúrica
guerrero en avanzada, trueno de astros
choque de galaxias
canibalismo estelar.

II
Cuatrocientas lunas después
bajó el mono del árbol —genealógico—
vio la luz, se desnudó
ardió la hoguera para exorcizar sombras
amainar miedos de estreno.
Oteó los cuatro rumbos, las corrientes
atado al piso, tuvo que alzar la mirada
los brazos, ponerse de pie
sin alas, branquias ni garras
germinó la razón.

III
No estaba solo, aparecieron Eva, Viernes
huellas en la arena, trascendencia
navegantes de distantes aguas.
Emergió el instinto, gen impaciente
de la razón, habló la palabra
metáfora, casta, grupo, tribu
sonrisa que brotó al tiempo del llanto
placer, amor, odio, razón y locura
múltiples unidades biológicas y culturales:
Individuos. Yo y el otro.

IV
Emigró, siguió la huella del bisonte
indagando los cuatro soles
los tres tiempos
las siete aguas.
Cada estrella quemaba diferente
cada mente dibujó su propio mito
cada estirpe su estrategia
música, ritmo, color, sabor
soplo original
genial
—estúpido—.

V
En su andar perdió la equivalencia
—¡extranjeros demonios!— lenguas y pieles
mitos hostiles. Especies rivales
se mataron entre sí; en nombre de sus dioses
mandaron a los fieles a la hoguera.
De nada sirvió el lujo de neuronas
inventaron el tiempo, caminaron los siglos
con la identidad común agazapada
no bastó el numen para equipar la compasión
armar el rompecabezas de la diáspora.

VI
Observando al universo de la noche lenta
germinaron ideas, mitos, dimensiones
brigadas de dioses vengativos
de la mano del terror, la nimiedad.
Imitó entonces al padre de los cielos
se comió a los otros
cadena nutricional de doble rostro: vida, muerte
armonía, cacofonía
Homo sapiens-demens, imagen y analogía del padre.

VII
Huérfano ante el poder de las mareas
incapaz de remontar el vuelo
dominar la tercera dimensión del aire, del agua
primate de pie atado a tierra
diseñó armas para defenderse.
Negó su igualdad terrena
inventó coincidencias, se autocreó
familia, etnia, cultura, religión, sociedad
nacionalidad: enfermedad de niños
lábaros policromos, fronteras.

VIII
Dioses e ideas germinaron de la visión mitológica
de la formidable energía psíquica
exorcismo de sueños y temores
miedo a la muerte
fractura entre mente humana y mundo biológico
agujero negro que aniquiló al individuo.
Al desechar su génesis ritual
el gran mono se entendió mortal
inventó su contraparte fabulosa: la eternidad
la robó a los dioses, pero éstos impusieron condiciones:
exorcismo, tumbas y plegarias
infierno-paraíso premio-castigo
consciencia de la muerte
decadencia de la individualidad.

IX
Extraviado en el tiempo
viajó por los espacios
incapaz de entender el destino terreno.
Primate genial, artesano del amor
respondió al bramido del sexo y al grito del alma.
El menos probable de los seres ocupó el lugar del padre
impuso su orden, su ley
poder demiúrgico y suicida.
Del más oscuro de los tiempos
renació a la era racional y positiva
pero los mitos sobrevivieron a la razón, la derrotaron
avivados por el misterio de la vida y el miedo a la muerte.

X
Gran señor, autor de los rituales
los gestos, el cortejo, la comunicación
los hábitos que se perpetuaron como ritos
enlace a lo divino
absorción de la sustancia celestial, eucaristía caníbal
cultos de vampiro, orgía dominical de sangre.
comportamientos mágico rituales
sacrificios, sumisión a exigencias divinas
reciprocidad, transferencia purificadora del mal
—chivo expiatorio—.

XI
¿Dónde el mono que se puso de pie
ejemplo de creatividad viviente
padre de formas de vida psíquicas y sociales
diseñador supremo del espíritu
capaz de prolongar su juventud
y encaramarse como rey de los mamíferos?
¿Dónde está el ente sexual
que rebasó la reproducción instintiva
la condujo a los sueños e ideas.
Que convirtió en permanentes
los rasgos transitorios de los otros simios?
¿Dónde el mono capaz se de razonar
tocar la Novena, escribir la Odisea, pintar la Sixtina ?
¿Dónde el súper simio, de gran juicio
fundador de la indagación y la creatividad
maestro de razones, tendencia, chispa
portador de la consciencia, reflexión de la mente
génesis de cultura y sociedad?

XII
Incapaz de renacer, de desterrar los mitos
al nuevo mono sólo le quedó luchar:
Alá contra Yavhé
el décimo León frente a Lutero
judíos, árabes, negros, blancos
el mono contra el mono para siempre.
Insensato destino del universo
organización viviente, nudo celular indisoluble
individuo a individuo, bacteria a bacteria
resta un único horizonte:
muerte después de la vida
nada después de la muerte.

sábado, 27 de octubre de 2007

Decálogo del escritor Augusto Monterroso




Primero


Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.


Segundo


No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.


Tercero


En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".


Cuarto


Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamas escribas nada con cincuenta palabras.


Quinto


Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.


Sexto


Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.


Séptimo


No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.


Octavo


Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.


Noveno


Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.


Décimo


Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.


Undécimo


No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.


Duodécimo


Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecera tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalara con el dedo en el supermercado.


Tomado de La Cultura en México, suplemento de Siempre!, número 404, 5 de noviembre de 1969. Al final de la nota introductoria de éste y otros textos de Eduardo Torres recogidos en ese número, se lee: "Por último, hay que aclarar que el Decálogo, según comunicación del propio Torres, tiene doce mandamientos con el objeto de que cada quien escoja los que más le acomoden, y pueda rechazar dos, al gusto. 'Si la raza humana', añade, 'ha rechazado siempre la ley de Dios, ésta es una precaución hasta cierto punto ingenua'".

LA UTOPÍA


UNIVERSIDAD MODELO
Escuela de letras

MAESTRÍA EN CULTURA Y LITERATURA
CONTEMPORANEAS EN HISPANOAMÉRICA



TOMÁS MORO
Alvaro Ancona

Antecedentes y desarrollo de la literatura
hispanoamericana del siglo XIX

Junio de 2004


Santo Tomás Moro

Entre los santos, la virtud del humor alcanzó tal grado de heroísmo que relucía, incluso, en momentos de gran sufrimiento o de la muerte. Santo Tomás Moro murió decapitado. Antes de subir al cadalso, se le acercó su hijo que, llorando, le pidió la bendición. El momento era muy dramático. Tomás Moro le dijo entonces al oficial que dirigía la ejecución, y que también tenía una actitud sumamente seria: "¿Puede ayudarme a subir?, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo". Era una actitud llena de humor ante su muerte.
El rey Enrique VIII le prohibió hablar, porque sabía lo que era capaz de provocar en la gente. Sabía lo poderoso que era Tomás. No se le permitió, pues, pronunciar un discurso, y el condenado solamente pudo decirle al verdugo, al oficial de la ejecución: "Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte".
Éstas fueron las últimas palabras de Tomás Moro. Supo burlarse de sí mismo y colocar sus asuntos, su propia muerte, bajo la lente de lo absurdo. Y es que ante Dios, única realidad para la que merece la pena vivir, nuestra muerte tampoco es importante. Hay que tener el alma de un niño y tomar con fuerza la mano del Padre, para poder hacer bromas ante la propia muerte. Lo hizo un hombre que, con frecuencia, para tener un sentido cristiano del humor, rezaba:
"Señor, ten a bien darme un alma que desconozca el aburrimiento, que desconozca las murmuraciones, los suspiros y las lamentaciones; y no permitas que me preocupe demasiado en torno de ese algo que impera, y que se llama yo...
Obséquiame con el sentido del humor. Concédeme la gracia de entender las bromas, para que pueda conocer algo de felicidad, y sea capaz de donársela a otros. Amén".

Tadeusz Daiczerde Meditaciones sobre la fe(Ed. San Pablo)


LA UTOPÍA
TOMAS MORO
(1478-1535)


De Tomás Moro —Sir Thomas More en inglés— o Santo Tomás Moro —ya que la Iglesia Católica lo beatificó en 1886 y lo canonizó en 1935—, se han dicho muchas cosas: fue la figura más atractiva de comienzos del siglo XVI, voz de la conciencia de la primera Reforma inglesa y una de las tres mayores personalidades del Renacimiento inglés. Erudito, abogado, teólogo, estadista y finalmente mártir. Su influencia se dejó sentir menos en la evolución de la Reforma de Inglaterra que en la creación de un género literario particular: la descripción futurista e idealista de la sociedad ideal. El título de su libro más famoso, Utopía, se ha incorporado al lenguaje común y el término utópico se utiliza a menudo para referirse a una idea o concepto idealista y sumamente deseable, pero al propio tiempo difícil de realizar. En el campo de la ciencia política, tanto los liberales como los socialistas atribuyen a Tomás Moro la paternidad de algunas de sus ideas. Hasta en el Kremlin había una sala dedicada a Tomás Moro, por la semejanza de sus ideas con el ideal político del comunismo.

Tomás Moro nació en Inglaterra, en un periodo trastornado política y socialmente; en 1485 Henry Tudor había derrocado del trono a la Casa de York, instaurando una nueva y violenta dinastía que iba a tener una profunda influencia, no sólo en las relaciones Iglesia - Estado, sino en el desarrollo de la democracia parlamentaria en Inglaterra y en el País de Gales, y en especial, en la evolución de la Reforma inglesa.

A Tomás Moro se le ubica como pensador político y opositor a Enrique VIII en su pretensión de sustituir al Papa como líder de la Iglesia en Inglaterra, pero no debe pasarse por alto su contribución al pensamiento educativo en la Inglaterra y la Europa del siglo XVI. Moro fue un visionario inspirado y un crítico de la sociedad de su tiempo.



Contexto histórico de la vida de Tomás Moro

Durante gran parte del siglo XV, Inglaterra estuvo sumida en una constante agitación política como consecuencia del enfrentamiento entre las casas de York y de Lancaster, apoyadas cada una por una fracción de la nobleza, para obtener la supremacía política. Enrique IV depuso al rey Ricardo II y fue el primer soberano de la Casa de Lancaster.

Su hijo Enrique V —inmortalizado por Shakespeare en la obra del mismo nombre—, derrotó a los franceses en la batalla de Azincourt y fue nombrado Regente de Francia y heredero de la corona francesa. Por desgracia, su hijo Enrique VI estaba más interesado en la religión y el ascetismo que en las luchas políticas y militares. Fundó el Eton College y el King's College, en Cambridge, pero su legado político fue menos prestigioso, perdió las posesiones francesas y, finalmente, la Guerra de las Dos Rosas, cediendo el trono a Eduardo IV, de la Casa de York.

Aunque su hijo, Eduardo V, fue proclamado rey, su tío Ricardo, duque de York, le desposeyó de la corona y se hizo proclamar rey con el nombre de Ricardo III. No obstante, la posición del usurpador distaba mucho de ser segura, debido en parte al destino incierto de los jóvenes príncipes, Eduardo V y su hermano Ricardo. Ricardo III fue derrotado en la batalla de Bosworth, en 1485, por Enrique Tudor (Enrique VII), cuyos derechos a la corona inglesa eran también bastante inciertos, abriéndose así una nueva era en la historia de Inglaterra. Enrique VII afianzó su posición suprimiendo violentamente a sus rivales potenciales, pactando alianzas con los países europeos vecinos y practicando una política de austeridad fiscal. Su hijo Enrique VIII consolidó la dinastía Tudor mediante alianzas conyugales y otros convenios, eliminando brutalmente a sus opositores; emprendió una serie de guerras en el extranjero que dejaron en quiebra al tesoro público. Provocó una gran inflación y graves disturbios sociales. El Parlamento, para sobrevivir, hubo de recurrir asiduamente a la imposición de nuevos impuestos.

Se casó en 1509 con Catalina de Aragón, viuda de su hermano mayor, Arturo. Por desgracia, Catalina no pudo dar a Enrique, el heredero indispensable para asegurar la dinastía con un varón. Al no poder obtener un divorcio del Papa, a quien lo solicitó alegando que el matrimonio con su cuñada era un caso de adulterio, Enrique VIII entró en conflicto con la Iglesia Católica Romana. Su secretario, Tomás Cromwell, sugirió una solución: si Enrique se proclamaba cabeza de la Iglesia en Inglaterra, en vez del Papa, le sería fácil concederse a sí mismo el divorcio. En 1531 se adoptó, con esta única finalidad, la Ley de Supremacía.

Otras leyes confirmarían la Reforma de la Iglesia en Inglaterra, que acabó consolidándose bajo el reino de una de las hijas de Enrique VIII, Isabel I.
El problema del divorcio del rey y su pretensión de ser cabeza suprema de la Iglesia, provocó el conflicto entre Enrique y Moro, que provocaría su ejecución en 1535. Moro no fue ajusticiado por su actitud religiosa, sino por traición. Su negativa a acatar la Ley de Supremacía constituía delito de traición, como explicó después Enrique VIII al Papa y al Emperador Habsburgo, Carlos V, el cual, —según el yerno de Moro, William Roper—, le dijo al embajador inglés, Sir Tomás Eliot: “Señor Embajador, tenemos entendido que el Rey vuestro Señor ha ejecutado a su fiel servidor y sabio consejero Sir Tomás Moro”. Sir Tomás Eliot respondió que no sabía nada al respecto. “Bien, —dijo el Emperador—, habríamos preferido perder la mejor ciudad de nuestros dominios antes que un consejero tan valioso, es cierto, y no diremos más que si hubiésemos sido señores de tal servidor, de cuyas obras hemos tenido sobrado conocimiento en estos últimos”

Si Enrique VIII fue capaz de hacer aprobar tantas leyes anticlericales en los decenios de 1530 y 1540, incluida la de disolución de los grandes monasterios y abadías, fue debido a la presión de los altos funcionarios frente a la corrupción predominante en la Iglesia a comienzos del siglo XVI. Las prácticas corruptas del clero habían suscitado muchas críticas, con frecuencia tenían amantes; explotaban a los pobres y a los crédulos; su influencia en la educación era estéril y negativa. Hombres como Erasmo y Moro figuraban entre los más señalados críticos de aquel estado de cosas. Los dos reclamaban una reforma de la Iglesia, pero a diferencia de Lutero en Alemania y de Zwinglio en Suiza, no querían romper con la Iglesia Católica, preferían transformarla desde dentro. Moro temía que los excesos de Lutero condujeran a la agitación social y la guerra civil.

Moro fue un hombre del Renacimiento, ávido de nuevas ideas y favorable a los horizontes que abría el estudio de los clásicos griegos y latinos, apegado a la concepción tradicional del poder espiritual e incluso político.


Apunte biográfico

Tomás Moro nació el 6 de febrero de 1478 en Londres; su padre John era abogado. Sin duda alguna influyó en el pensamiento jurídico de su hijo. Tomás se educó en la St. Antony's School—entonces la mejor de Londres—; a los doce años de edad fue enviado a casa del cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury y Gran Canciller de Inglaterra. Moro recibió una gran influencia de Morton, a quien cita elogiosamente en su Historia del rey Ricardo III, e indirectamente, en la Utopía. En 1492, Morton envió al joven Moro al Canterbury College de Oxford, a estudiar derecho. En Oxford, Moro estudió con Linacre, uno de los principales humanistas del Renacimiento. Linacre era un erudito clásico, preceptor del hijo mayor de Enrique VII, el príncipe Arturo, y también ejercía la profesión de médico; más tarde fundaría el Royal College of Physicians, enseñó a Moro y a otro alumno, Erasmo, el latín y el griego, les inculcó su entusiasmo por lo que entonces se denominaba el New Learning, que más tarde recibiría el nombre de Renacimiento, y les comunicó su gran apetito intelectual por los clásicos, las humanidades, la literatura, la poesía y la música. John Colet enseñaba también en Oxford en esta época y compartía muchas de las nuevas ideas del Renacimiento, aunque su influencia en Moro se produjo a través de sus escritos teológicos y su predicación. Colet denunciaba muchos de los abusos eclesiásticos de entonces y atacaba las concepciones escolásticas acerca de la doctrina de San Pablo, tratando de establecer una nueva forma de erudición bíblica basada en los textos griegos originales. A su salida de Oxford, Moro completó sus estudios jurídicos en los colegios de abogados de Londres, primero en el New Inn y después en el Lincoln’s Inn, antes de ser nombrado profesor interino en el Furnival’s Inn. Su competencia en cuestiones jurídicas era tal, que sus servicios fueron muy solicitados. Parecía llamado a cumplir las más altas funciones.

Durante un tiempo, pensó en hacerse sacerdote. De 1501 a 1504, vivió con los monjes de la Cartuja de Londres, dedicado a la devoción y la oración. Allí fue donde empezó a llevar un cilicio de penitente, que no se quitaría hasta el día antes de su ejecución, más de treinta años después. Erasmo dijo que Moro se fue de la Cartuja y abandonó su vocación religiosa porque prefería ser “un esposo casto, que un sacerdote impuro” y porque se había enamorado. Cotterill añade otras dos razones: la vida eclesiástica era para Moro una burda caricatura del cristianismo; y Pico della Mirandola, a quien Moro admiraba, se había negado a hacerse monje.

Sea cual fuere la razón real —quizás hubo varias—, Moro galanteó a Jane Colt de Netherhall, Sussex, y se casó con ella en 1504. Durante los cinco años siguientes, Jane le dio cuatro hijos: tres niñas y un niño. La hija mayor, Margaret, era su favorita, y gracias a la obra que escribió su marido William Roper, Vida de Sir Tomás Moro, en 1553, disponemos hoy de informaciones precisas sobre el hombre y su carrera.

Su esposa murió en 1511 y se casó de nuevo poco después con una viuda, Alice Middleton, siete años más que él. A pesar de su mal carácter y de su lengua picante, Alice fue una madre excelente para los niños y protegió a la familia, institución que Moro tenía en gran estima. La imagen de Moro que nos da Erasmo, en sus cartas, es la de un hombre cuya vida familiar era muy feliz, que gozaba con la compañía de sus hijos y fomentaba sus dotes intelectuales.

En una carta dirigida a su hija Margaret, que se despidió de él en el patíbulo y conservó su cabeza hasta su propia muerte, Moro escribió:
“Te aseguro que antes de permitir que mis hijos sean ignorantes y ociosos prefiero sacrificarlo todo y renunciar a los negocios para ocuparme de ellos, entre los cuales a nadie quiero más que a ti, amada hija”.

Moro fue un hombre polifacético: tuvo una plena vida política y profesional, fue un prolífico escritor, en latín y en inglés, actividad que ejercía en los momentos que le dejaban sus obligaciones públicas, y un ejemplo en su vida familiar. Puso en práctica muchas de sus ideas educativas en su hogar, que él llamaba su Academia.

Debido a esta ambigüedad de los aspectos públicos y privados de su vida, no es fácil distinguir entre el hombre y sus ideas, y las posiciones oficiales que adoptó. Tampoco es sencillo distinguirlo de Erasmo, que fue el escritor europeo más famoso de comienzos del siglo XVI. Su amistad comenzó hacia 1499. Erasmo visitó frecuentemente el hogar de los Moro durante veinte años. En 1506, tradujeron juntos las obras de Luciano, una de las cuales, Menipo va al infierno, inspiró quizá a Moro para escribir su Utopía. En 1509, mientras residía en casa de Moro, Erasmo escribió su famoso Encomium moriae [Elogio de la locura] y en 1518, publicó los poemas latinos de su amigo porque creía que “el único genio de Inglaterra” no tenía tiempo, por causa de su carrera jurídica y política. En el último año del reinado de Enrique VII, en 1509, Moro fue nombrado miembro del Parlamento y Vicesheriff de Londres. Al poco tiempo, el cardenal Wolsey le presentó al nuevo rey, Enrique VIII. Moro pasaría a ocupar muy pronto las más altas funciones políticas. En 1514, fue nombrado Master of the Requests. Al año siguiente, enviado por primera vez a una misión comercial en el extranjero, en Flandes, escribió el segundo libro de Utopía. Completaría el primero a su regreso a Inglaterra, en el mismo año.

Entre otras misiones en el extranjero, en las cuales Moro pudo hacer uso de sus habilidades diplomáticas, figuran: su asistencia al encuentro de Calais entre Enrique VIII, Carlos V y Francisco I, en el Campo del Paño de Oro; embajadas en Brujas y Calais; una embajada en París con el cardenal Wolsey y un viaje en el que representó al rey en el Tratado de Cambrai, que permitió a Inglaterra mantenerse al margen de la guerra europea durante los trece años siguientes.

Moro fue distinguido con grandes honores políticos. Tras defender con éxito a un grupo de aprendices de Londres que habían participado en una revuelta en 1517, al año siguiente fue nombrado consejero privado por recomendación de Wolsey. En 1521, fue armado caballero y se le nombró Tesorero de la Real Hacienda. En 1523, fue elegido presidente de la Cámara de los Comunes. Se dice que al recibir este último nombramiento declaró a Wolsey que no podría ni querría hacer nada sólo para complacerse a sí mismo, porque “no tenía ojos para ver, ni oídos para oír, sino en lo que esta Cámara (de los Comunes) tuviese a bien ordenar a su servidor”. A continuación, fue elegido gran mayordomo de la Universidad de Oxford, y de la Universidad de Cambridge, fue nombrado Canciller del Ducado de Lancaster y en 1529, cuando Wolsey cayó en desgracia, Moro se convirtió, contra su voluntad, en el consejero más importante y respetado del rey, al ser nombrado Gran Canciller de Inglaterra, el primer seglar que alcanzó este alto cargo del Estado. En ese puesto culminaría su carrera temporal.

Hasta ese momento, la fama de Moro se basaba tanto en sus prolíficos escritos y sus discursos teológicos como en sus virtudes de hombre íntegro, honrado y sencillo. Aparte de su mencionada colaboración con Erasmo, sus numerosos poemas latinos y la Utopía, fue autor de cartas con las que intervino en varias controversias. Por ejemplo, las dirigidas a Marin Dorp, a las autoridades universitarias de Oxford, en las que defendía brillantemente la necesidad de prever un lugar para la enseñanza humanista en la universidad, especialmente el griego y lo que hoy llamaríamos las disciplinas de cultura general, y la dirigida “a un monje”, en la que criticaba la corrupción del clero.

En 1520, ayudó a Enrique VIII a componer la Assertio septem sacramentorum, ataque contra Lutero y todo lo que éste representaba, que deparó a Enrique el título de “Defensor de la Fe” concedido por el Papa León X. Cuando Lutero replicó, Enrique VIII encargó a Moro que respondiese, lo que hizo con su Responsio ad Lutherum.

En 1522, empezó a escribir un libro piadoso titulado: Las cuatro últimas cosas, una meditación sobre la muerte, el juicio, el dolor y el gozo. En este tratado inconcluso, se refleja la consternación de Moro ante el carácter cruel y vindicativo de la vida política y económica de los primeros tiempos de la dinastía Tudor. Quizás refleje también una inquietud personal por el hecho de que el tiempo que dedicaba al servicio de Enrique VIII lo restaba a su familia y a su Academia.


Moro vivió la ambigüedad de vivir en el mundo y simultáneamente apartarse él, en sus observaciones que resultaban tan atractivas para la gente de su tiempo. Podía ver las dos caras de un argumento, y como Gran Canciller ganó fama de ecuánime y justo en sus juicios, aunque solía imponer sentencias excesivamente severas a quienes no compartían sus opiniones religiosas. Esta actitud provocó el conflicto con Enrique VIII, su caída en desgracia y su muerte.


Moro y la reforma inglesa

En la época en que fue nombrado Gran Canciller, Moro fue conocido en toda Europa como un hombre agudo, perspicaz y honesto. Fue consejero de Enrique VIII, que lo consideraba un apoyo clave para el logros de sus objetivos: divorciarse de Catalina de Aragón y reformar la Iglesia sin destruirla. Moro compartía los temores del rey con respecto a la Reforma Luterana, que podía destruir la antigua fe y el orden establecido. Teologalmente fue un conservador. Proponía una mayor tolerancia religiosa, una teología más racional y una reforma de las costumbres del clero, pero rechazaba la ruptura con la Iglesia histórica. Enrique VIII se apoyó en la pluma de Moro en su disputa con Lucero, y Cuthbert Tunstall, Obispo de Londres lo utilizó para criticar libros y tesis protestantes. En 1529, Moro escribió su Dialogue concerning heresies para refutar las doctrinas de William Tyridale, y su Supplication of souls, contra Simon Fish que había atacado al clero. En 1532 y 1533 publicó la Confutation of Tyndale's answer y una Apología de la posición católica. En 1533 escribió la Debellation of Salem and Byzance contra dos obras del abogado Christopher Saint Germain, y una Answer to a poisoned book, contra una obra anónima titulada The supper of the Lord, que primero se atribuyó a Tyndale y después a George Joye.

Conclusiones

Tomás Moro criticó duramente a la iglesia perezosa, engreída, ilegal, absurda, farsante, y unos años después fue beatificado por esa misma iglesia que tanto criticó. Fue hecho santo por aceptar la pena de muerte antes de vender sus principios. No fue un acto de fe —es obvio—, fue un acto de resistencia hacia la autoridad, a sus caprichos, a las decisiones arbitrarias.
Moro fue laico y anticlerical. Compartió el resentimiento de las masas respecto a los abusos de la iglesia. Como humanista europeo no dejó de ser católico ni repudió a su iglesia, simplemente tuvo una visión antípoda a los religiosos que detentaban el poder.

El mundo que propone Moro es un mundo en el que todos son iguales. La imposibilidad de acumular riqueza y lo innecesario de esta, hace que los ciudadanos utópicos no envidien ni codicien lo de los demás, ya que todos tienen lo mismo.

El oficio es legado por la propia familia. En caso de querer practicar una profesión que no sea la familiar, un utópico sería adoptado por otra familia.

La propiedad privada no tiene cabida en Utopía, ni la propiedad de tierras. Todos trabajan las mismas horas (seis.) Estas horas son suficientes porque todos trabajan y no hay clases sociales ociosas que exploten y vivan del trabajo.

Ser religioso, príncipe o jefe mayor del estado, no otorga ningún tipo de privilegio con excepción de las vestiduras y algún objeto simbólico que represente su puesto.

La clase dirigente no existe como tal ya que las instituciones de gobierno cambian constantemente y se eligen miembros de todas las familias.

No se necesita la moneda. Cada familia toma del mercado lo que necesita, las ropas son iguales para todos.

Los delitos carecen de motivación, pero en caso de producirse, se pagan con la fuerza del trabajo. Si el delito fuese es muy grave la condena será de esclavitud al servicio de la comunidad.

Existe un sistema educativo renovador. El estudio y la sabiduría son las claves de la felicidad. Los habitantes de Utopía aprenden continuamente. Desde cómo sentarse a la mesa, para que los jóvenes puedan aprovechar los conocimientos de los mayores, hasta las clases públicas que se imparten a diario.

Todos reciben la misma educación, con orientación claramente humanista. Esta concepción antropocéntrica del humanismo, contraria a la concepción teocéntrica de la Edad Media, seculariza la educación.

La educación está llena de reminiscencias de la Grecia Clásica, la lengua griega cobra importancia sobre la latina, así como el estudio de los filósofos y pensadores. Es una educación para todos, con nuevos contenidos que se ajusten a las necesidades del momento.
La filosofía, materia prohibida en la edad media, era admirada por los utópicos; los autores griegos, los preferidos. Las bellas artes podían ser aprendidas por todos, aunque no era obligación. La educación utópica no descuidaba los nuevos conocimientos como la astronomía, ni las necesidades de álgebra y matemáticas que necesitan los comerciantes. La medicina era considerada un arte, y no una actividad hereje.
Los utópicos amaban la cultura, sus vidas estaban llenas de actividades lúdicas de marcado carácter educativo, instauradas para poder desdoblarse, adquirir experiencia y conocimientos multiculturales.

Moro fue un visionario, un escritor valiente que supo confrontar a la sociedad de su época. Su oposición al sistema establecido se puede encontrar en cada página de la obra. Refleja los valores humanistas, las preocupaciones y el malestar de su época. Presenta un mundo perfecto opuesto al mundo real.

La vida utópica es una universidad. La inexistencia de juegos, de libertinaje, hace que los utópicos enfoquen su vida hacia el perfeccionamiento intelectual y personal.

La Utopía nos muestra conceptos contemporáneos como: El regreso de los soldados de una guerra, (Vietnam), inflación, devaluación, ley de la oferta y la demanda, la poca utilidad de quedarse con los territorios conquistados, socialismo, comunismo, loving, etc.
Tiene gran influencia en el pensamiento estatista moderno, en Marx, en Lenin, en Trosky. La vida utópica es similar al sueño comunismo de igualdad en derechos y obligaciones.

Podemos contemplar cinco mil años de historia, cinco mil años desde la invención de la escritura. El común denominador de la historia científica del hombre, es la guerra, el hambre, la desigualdad, la intolerancia, el fundamentalismo. Hemos vivido importantes metarelatos, búsqueda incesante de los pensadores de todos los tiempos para hallar una solución a esas crisis. La Ilustración buscaba la emancipación del hombre a través de la ciencia, el Idealismo a través de la Teología del Espíritu, el Marxismo a través de la revolución del proletariado, el capitalismo a través de la riqueza, la Era Tecnológica a través de la información. ¡por qué no les damos crédito ahora a los grandes relatos? Por la sencilla razón de que ninguno ha logrado evitar la crisis de la humanidad, porque los mismos problemas citados existen, y quizá se han incrementado. Las utopías propuestas por los metarelatos han sido insuficientes. Un niño nacido en el año 2000, ha sido testigo de las guerras de Irak y Afganistán, de la destrucción de las Torres Gemelas, de la continua guerra entre judíos y árabes, de las batallas internas entre las FARC de Colombia y su gobierno, por sólo mencionar algunos conflictos armados.

El hombre ha desarrollado monstruos que no puede controlar: la tecnología, la política, y la economía navegan con bandera propia, las leyes del mercado no pueden detenerse a voluntad, y clasifican a los seres humanos en: solventes e insolventes.
La gente pretende encontrar soluciones con los pies en la tierra. No es tiempo para soñar, y los pensadores no aterrizados suelen ser excluidos por la propia economía. Los ecologistas encienden a diario las luces de emergencia, la degradación ambiental se puede convertir en el más grande de los problemas de la historia. Prohibido soñar, nada de quimeras, vetada la imaginación y la fantasía. Debemos de ser realistas y trabajar en la política o en la iniciativa privada todos los días. Los soñadores representan un peligro, hay que eliminarlos, dejarlos en la escuela enseñando sus quimeras a los alumnos.

Soñar es ponerse en fuera de lugar, vivir en la u –topía. Lo utópico es lo que está en ningún lugar, “no hay tal lugar, como dijo Quevedo. La palabra griega topos, significa lugar; el prefijo U, significa negación. Lo utópico representa lo inalcanzable, lo imaginario, lo irreal. Describe a través de la poesía o el cuento algo que no existe, de cosas que suenan bien pero que son falsas. Para rematar, muchas de las utopías modernas lejos de ser agradables, son aterradoras. Nos hacen ver un futuro al que no queremos llegar. Basta mencionar películas como Cuando el destino nos alcance, o libros de ciencia ficción como El mundo Feliz, para tener pesadillas acerca del futuro.

Tomás Moro era una hombre de su tiempo, pero con una mentalidad que ha trascendido los siglos. Encontramos una ambigüedad entre su trabajo como político, con principios religiosos muy sólidos, y su obra toral La Utopía. La obra forzosamente nos remite a la búsqueda del Edén perdido, una isla en los mares del sur, por donde se localizaba el nuevo mundo recién descubierto por Colón. Una isla donde nadie es propietario de nada, en donde no hay ricos ni pobres, ni clases sociales. Por lo tanto no hay conflictos entre clases como en el mundo real, ni entre católicos y protestantes, o blancos y negros. No existe la competencia irracional por obtener riqueza, y como resultado no hay explotación ni opresión. Los utópicos son epicúreos, su búsqueda esencial es la felicidad, el placer. La supervivencia está garantizada, trabajan sólo seis horas al día y tienen todo en abundancia. Su mayor responsabilidad entonces, es la búsqueda del placer, no del patrimonio. Nadie se preocupa del mañana, no se requieren de seguros de vida ni de educación. Todo está controlado por el sistema. Utopía es una sociedad en donde: vivienda, salud, educación, están garantizadas de manera uniforma para todos sus habitantes; todos tienen acceso al arte y a la ciencia, no existe el dinero, cada quien toma lo que necesita, ergo; nunca toma de más, no hace falta.

Importante resaltar que los utópicos son seres humanos comunes y corrientes, no son superhombres, ni miembros de una raza superior, no poseen cualidades intelectuales, físicas o éticas diferentes a los demás, gente —como dice Moro—, igual a cualquier inglés de su propia época. La gran diferencia es la organización social, la manera de relacionarse unos con otros, las estructuras de poder, las reglas de distribución de los bienes, la equidistancia entre deberes y derechos.
Los utópicos, eligieron un sistema de valores diferente, y se organizaron de acuerdo a esos valores fundamentales.

En esos momentos, una gran cantidad de europeos viajan a las nuevas tierras, a la América recién descubierta, buscando oro, material indispensable para garantizar la felicidad. En Utopía, el ansiado metal áureo se utiliza para fabricar bacinicas, o para hacer cadenas para los criminales; las joyas, son adornos y juguetes de los niños. Cuando un utópico ve a un extranjero usando joyas como símbolo de poder o riqueza, les produce risa, lo consideran un niño, o un bufón.

Al no existir la propiedad privada, no se genera la lucha por los bienes materiales, leiv motiv de las guerras y pugnas humanas. Los intereses particulares son comunes a todos, y pueden vivir con un orden casi perfecto. En esos mismos años, en otra isla, —patria del autor—, se vive un desorden enorme. Una lucha interna que deja en el desamparo a los pobres, y a los que no acceden al poder. La Utopía es un estudio analógico entre la vida en Inglaterra, narrada durante la primera parte de la obra, en la que se relata el topoi del gobierno inglés, su corte real y sus problemas sociales. Moro discute ampliamente la justicia legal, la manera de tratar a los criminales. En el tiempo de la obra, Inglaterra, —como los demás países europeos—, vive la reducción de la tierra agrícola, destinando la mayoría de las tierras a la cría de ovejas. La lana era una materia prima indispensable para la incipiente industria textil, que a la postre serviría como detonador de la Revolución Industrial. Muchos de los agricultores emigran a las zonas urbanas, asentándose en los más miserables barrios, y junto con los que habían participado en las guerras continentales y que se encontraban desempleados, se convierten en ladrones o vagos. La autoridad responde a la este problema implantando medidas draconianas. Por ejemplo, en muchas ocasiones se castigaba el robo con la pena de muerte.

Moro sustenta que los criminales no son personas intrínsicamente malas. Sólo obedecen a unas circunstancias duras, y la pena de muerte es demasiado cruel. Ningún castigo puede frenar el robo que se hace por necesidad, por hambre y desesperación. En la Utopía propone como solución proporcionar a cada persona los medios de vida para que nadie tenga la necesidad de robar, y pagar con su vida por un delito que no pueden evitar.
Este planteamiento es la clave para analizar todo el texto. Es una tesis social que sustenta que: las personas son lo que son, en buena medida, gracias a las oportunidades que el conjunto social les ha otorgado. El caos inglés obedece a incapacidad del gobierno de generar un modo de vida honrado a una parte importante de la población, que tiene que recurrir al robo para sobrevivir, mientras que los que detentan el poder y la riqueza se ocupan sólo de sí mismos.

La primera parte del libro nos da la clave para entender el meollo de la obra y el concepto de utopía, al que dio nombre la misma. Es el sueño de una sociedad ideal, de una sociedad justa y fraternal. La Utopía aporta una idea bastante precisa de los que significa: lo social y lo cultural, y de la relación individuo-sociedad, mucho antes de que existieran formalmente las ciencias sociales. Al entender Moro los fenómenos sociales y culturales con tanta claridad, aporta las soluciones. La isla del sur es una isla similar a Inglaterra, pero al revés. El mundo inglés es caótico, una gran arena de lucha en la que pelean todos contra todos, el mundo no-humano, injusto, violento, lleno de desigualdades está al revés. En contraste, el mundo humano, diseñado para abarcar los sueños de todos los ciudadanos es el mundo de utopía. El no-lugar es el mundo ideal, lo que debería ser. El texto de Moro no se limita a criticar a la sociedad, no es solamente un discurso moral. Ofrece un diagnóstico, analiza las causas de la desigualdad económica y social, los laberintos del poder. Muestra las causas de la riqueza y la pobreza. Del diagnóstico proviene una propuesta concreta. Para que los ingleses puedan salir del caos en el que viven, deben modificar esencialmente los mecanismos sociales que lo provocan. Crear una sociedad basada en valores supremos: Igualdad, libertad, fraternidad. Cancelar el mecanismo que se opone a la aplicación de dichos valores, como se hizo en la isla de Utopía muchos años atrás.
La denuncia al sistema inglés, se convierte en un diagnóstico, y desemboca finalmente en una propuesta. Todo lo que se ha hecho en Utopía, se puede hacer en Inglaterra, y quizá en los demás países europeos. La utopía es un sueño compartido, el sueño de la sociedad perfecta, la búsqueda del Edén. Un viejo ideal humano, pero que no tenía un camino, ahora lo tiene. El paraíso no está en un lugar lejano, está ahí mismo, en Inglaterra. Convertirse en seres utópicos no requiere de la intervención divina, no exige un sacrificio moral sobrehumano. La fórmula es simple: Reorganizar las relaciones sociales, establecer normas nuevas de convivencia, abolir la propiedad privada, instaurar reglas que controlen el manejo del poder anteponiendo siempre el bien común, la buena vida para todos.

La Utopía de Moro, como la mayoría de los textos utópicos del Renacimiento, una corriente nueva de pensamiento, nos habla de una sociedad digna de llevar ese nombre, una sociedad humana, diseñada para todos los seres humanos, igualitaria y justa. La sociedad presente, aparece siempre en los textos utópicos como la antítesis de la utopía: inhumana, perversa, incapaz de proporcionar felicidad a todos.
Los sueños utópicos se modifican con los siglos, la ciencia absorbe el análisis de la esfera socio-cultural a partir del siglo XIX, pero la tradición utópica sigue latente, no se deja eliminar. Las voces no pueden acallarse mientras que la vida no sea como debe ser.

La tradición utópica es ambivalente por antonomasia. Por una parte, se niega a aceptar el sufrimiento, la pobreza, la opresión, la explotación del trabajador, la muerte prematura, la vida sin perspectiva; por la otra, está convencida de que el destino del ser humano debe ser mucho mejor de lo que es, que el humano puede ser feliz, compartir con los demás su bienestar. La isla del otro lado del mundo es una metáfora, antípoda de la isla real. El diagnostico y la denuncia de Moro, tienen su contraparte en la acción contestataria y la propuesta transformadora. Saca a la luz el desorden actual, identifica los mecanismos que sustentan la miseria económica, psíquica y espiritual y propone su modificación inmediata. Los sueños utópicos no se desvanecen, porque las víctimas históricas del caos, los pobres de todos los tiempos los sostienen y promueven el cambio. Constantemente son decepcionados, aplastados por el poder. El proyecto utópico no propone cambios lentos y aislados, es una propuesta radical, prevé la instauración de un sistema social radicalmente diferente al actual. Un sistema que abarque a la totalidad de sus miembros sin exclusión. El sueño utópico es activo, creativo, analítico y militante, se ha expresado en todas las épocas de la humanidad, en todas las culturas. Es mucho más que un texto, la utopía simboliza el sueño del mundo feliz, el paraíso terrenal bíblico. Vive en la conciencia de todos los seres humanos, se manifiesta en mitos y leyendas populares, en novelas, cuentos y fábulas, en los ideales de las diferentes religiones. El sueño utópico ha provocado revoluciones, independencias, guerras civiles a lo largo de la historia. El pueblo se resiste a aceptar la desigualdad económica, el poder anárquico de sus gobernantes; se opone a ello, a veces en silencio, a veces a gritos. Todos los movimientos militares obedecen a la inconformidad de la mayoría.

El sueño utópico ha tenido siempre su contraparte. Muchas novelas, cuentos, películas han presentado los bloqueos anti – utópicos, que algunos estudios llaman utopías negras, o anti – utopías. Son tan antiguos como las utopías. Su papel es elemental: evitar que los sueños utópicos afecten los sistemas sociales. Las utopías ponen en peligro a los sistemas, provocan exaltaciones en la conciencia colectiva, inducen la movilización política. Por eso se han generado en todos los tiempos mecanismos perfectamente estructurados para combatirlas. A los soñadores se les ridiculiza desde la Edad Media Europea. Son acusados de holgazanes, lujuriosos, borrachos soñando con mundos irreales, buscando la vida fácil, jornadas más pequeñas de trabajo, Quieren apropiarse de los bienes de los que han trabajado fuerte para obtenerlos, exigen del estado la satisfacción de sus necesidades sin aportar nada a cambio.

A los utópicos hay que eliminarlos —como sucedió a Tomás Moro—, hay que bloquearlos con las anti –utopías. Muestras hay muchas en la historia reciente: la novela 1884 de G. Orwell, escrito después de la segunda guerra mundial en la que reflejaba un futuro atroz; El mundo Feliz, Fahrenheit 451; películas como: Soley Green, o Robocop, que nos pintan la sociedad del futuro, el destino al que se encamina la humanidad. La tecnología que rebasa la capacidad del hombre, una anti – utopía recurrente a la que nos dirigimos sin que nadie pueda evitarlo. La tecnología y las leyes del mercado nos muestran un futuro poco agradable: controlarán la vida, el trabajo y el pensamiento; provocarán más guerras. Un futuro menos humano que inquieta y atemoriza. Las sociedades anti – utópicas son violentas, con gobernantes crueles, con manipulación genética e ideológica.
Estos conceptos de utopía negra, hacen que la gente normal prefiera la situación actual en la que vive. Aunque sea mala, es mejor que los vistazos futuristas. Las leyes del mercado son injustas, y provocan el crecimiento de las diferencias económicas; la tecnología produce más problemas que soluciones, pero sobrevivimos. El mundo actual es mejor que el planteado por las anti – utopías, y la utopía es un sueño inalcanzable.
Las anti – utopías han reconocido —lo mismo que las utopías—, que el orden mundial actual es ampliamente insatisfactorio en muchos de sus aspectos, y que es muy frágil porque está hecho por seres humanos. Pero las anti – utopías luchan por mantener ese orden, cambiarlo puede llevar muchos riesgos. Mejor dejamos las cosas como están —pregonan los anti–utópicos—, y relacionan el sueño utópico con una pesadilla, el futuro lo relacionan con una gran amenaza, el terror, la destrucción.

La Utopía fue publicada hace quinientos años. Si Tomás Moro nos pudiera ver ahora, sabría que su sueño fracasó. La gran lección del siglo XX fue la derrota de los sistemas estatistas e igualitarios. Después de dos guerras mundiales, y de una guerra fría que ostentaba como icono damocliano el poder nuclear, vimos derrumbarse el Muro de Berlín, desvanecerse el sueño comunista con la desintegración de la Unión Soviética, los fracasos económicos de los regimenes que pretendían la igualdad garantizada por el Estado. El gran dios mercado derrotó al dios Estado. Las desigualdades económicas y sociales son, en los albores del siglo XXI más grandes que en los tiempos de Moro.

La Utopía siguió siendo eso… una simple utopía.

Bibliografía utilizada y referida:

Bloch, Ernst 1988 “fragmentos sobre la utopía” En E. Krotz, pp 257 – 269. México. Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa.

González Matas, Enrique 1994 Utopías sociales contemporáneas. Málaga: Algazara.

Krotz, Esteban 1988 Utopía: México: Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa.

Orwell, George 1981 1984: México: Juan Pablos Editor.

Vargas Llosa, Mario 1981 La guerra del fin del mundo. Barcelona: Seix Barral.

Tomás Moro, Utopía. Cuarta edición cibernética. Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés

Estudios críticos varios, INTERNET

Daicser, Tadeusz, Meditaciones sobre la fe. Ed. San Pablo


Focalizaciones (opus 3)


Sala de espera

¿Estaremos todos ya? ¿Sólo cuatro pasamos la batería de exámenes? En realidad es buena noticia, ayer había no menos de cuarenta candidatos. Estuvo difícil, tanto número, tantas trampas en las preguntas. Los tres disimulan su nerviosismo escondiendo los ojos en una revista. ¿Funcionará el dictum dime qué lees y te diré quién eres? A cada rato nos descubrimos unos a otros mirando, espero que no surja un socialité y quiera iniciar una conversación, tenemos la obligación gremial de odiarnos, los cuatro aspiramos a un único puesto. Ella es la clásica mujer liberada. Cree que con su vestido azul marino y su blusa blanca va a lucir como una mujer ejecutiva. No está mal, hay que ser justos, tiene unas piernas de concurso, debería usar la falda un poco más corta. Me descubrió viéndole las piernas, espero no haberme ruborizado, soy obviamente el más viejo de los candidatos. Lee la revista Fortune, eso significa muchas cosas. Primera: que habla inglés, o por lo menos quiere que los demás sepamos que es bilingüe; segunda: que es una mujer de negocios, encima del pret a porter y la revista Hola que despreció. ¿Qué edad tendrá? Es difícil calcular la edad de las mujeres. La sepultan con sus tintes y su arte del maquillaje.
El de traje negro, el elegante, también le mira las piernas, lo he cachado dos o tres veces. Ese cabrón se siente modelo, cree que va a obtener el puesto con su traje Givenchi y su corbata espectacular. Hasta aquí llega su lavanda, y él sí ignora la opinión de los demás y está metido en la revista TV novelas, le vale gorro lo que la chusma murmure. Ella lo mira de ves en ves, disimuladamente pero lo mira. ¿Por qué las damas sentirán atracción por los artificiales, por lo obvios, personajes a la moda, que se conservan delgados a fuerza de gimnasio, un metrosexual pintado que la ignora notoriamente. Será una táctica para conquistarla, o será gay recién emergido del closet.
Este otro, tiene cara de amable. También le mira las piernas pero con mas decoro. No mueve la cabeza, sus globos oculares giran de las letras a las piernas y a los pechos, también me ve a mí, y al elegante, creo que tiene ganas de decir algo pero no se atreve a romper el hielo. Es la antítesis del otro, basta ver sus zapatos reclamando por una boleada urgente y el cuello de su camisa listo para jubilarse. Qué diferentes son los tres, un guapo elegante, una ejecutiva de buenas piernas y un malvestido con cara de que trabaja quince horas diarias.

Qué obvios son los hombres, qué elementales. Me miran las piernas con diferentes grados de disimulo. El guapísimo me ignora notoriamente, una estrategia bastante tópica, no te miro, no me impresiona tu cuerpo, los hombres me persiguen a mí, payaso, ya quisieras para un día de fiesta. Está chulo el cabrón, se ve que es cliente del gym, y se viste como príncipe. Si no fuera mi rival de trabajo, le echaría los perros a ver qué onda. A estos indiferentes profesionales los tengo medidos. El de enfrente es el clásico serio, casado seguramente, aunque no use argolla, cuarentón, culto; no sé por qué a los hombres inteligentes se les nota, es como un aura, es rival de cuidado para el puesto, aunque ya está viejo, en estos tiempos tener más de cuarenta es un suicidio laboral, nadie contrata ancianos de cuatro décadas. Suena absurdo pero tiene cierta lógica, y no sólo por el tiempo de vida laboral que le queda; los hombres maduros están ya hechos, llenos de paradigmas y mañas, no se adaptan con facilidad —como un joven— a los reglamentos de una empresa; el de en medio está descartado, no es rival para los otros, tiene aspecto de burócrata de medio pelo, fracasado profesional, aunque debe de ser muy inteligente para haber pasado los exámenes, en general los feos son brutos, pero este puede ser la excepción. ¿Me habré vestido bien? La entrevista es con el licenciado González, un hombre, creo que estoy equilibrada entre mi aspecto de negocios y mi sensualidad a prueba de uniformes. Funciona, tengo a estos tres comiendo de mi mano, o más bien de mi pecho, como si fueran bebés; el más viejo me sonrió, primer contacto, sonrisa de compromiso, se nota a leguas, cruzamos miradas y se apenó por estarme viendo las piernas, el viejo juego, respondí a su sonrisa pero por pura cortesía, regreso la mirada a su revista, si no tuviéramos estas revistas para escondernos sería incomodísimo, como en los elevadores cuando todos se quedan mirando el numerito del piso para no verse unos a otros. Ja ja, el metrosexual no resistió mi cruce de pierna, táctica opus cuatro para descongelar mamones, casi se le cae la revista igual que al burócrata, al pequeño malafacha, el pobre que planchó su traje y su camisa personalmente, ese traje gris que de tanto planchado adquirió brillo propio, debe ser herencia de su abuelo; la estúpida recepcionista no regresa, tiene más de diez minutos que dijo “un segundito” y se largó, apuesto que está en el baño haciéndose pendeja, fumando un cigarrillo y chismeando con otras secretarias.

Espero ser el primero en ser recibido, soy muy malo para las esperas, me mortifican. Con que quedamos cuatro, ¿no?, aquí presentes los que pasamos el cedazo, los finalistas de la gran multitud que aplicó al puesto; el desempleo está grueso, jamás imaginé a estas alturas del juego estar compitiendo por un empleo de cuarta, director regional, sólo eso me faltaba; estos son mis rivales, y más vale que los derrote, porque las tarjetas de crédito están al tope y debo tres mensualidades del auto; está buena la tipa esta, tiene un piernón loco, y unos pechos de competencia, pero no creo que sea rival; a este tipo de mujeres ejecutivas liberadas hay que tomarlas con ciertas reservas; no tiene argolla, podría jurar que es divorciada, debe tener unos treinta y cinco, como de mi vuelo, pero para una mujer son muchos años; seguro que su marido la dejó porque se creía la última chela del estadio; cuando se darán cuenta estás damiselas que la liberación no les hizo un gran favor, que salieron perdiendo; lo malo es que el director de recursos humanos es hombre, y si resulta un libidinoso la tipa esta tendrá cierta ventaja; el pequeñín de junto está descartado, todavía no entra y ya está sudando a mares de los nervios, es un perdedor; creo que el contrincante fuerte parece ser el señor de traje negro, luce como viejo lobo de mar, tranquilo, reposado, seguro de sí mismo; tiene estilo de marido y padre ejemplar, hombre serio, que necesita pagar las colegiaturas de sus hijos, escuelas privadas, católicas, caras; mi estatus de divorciado doble me ha quitado algunas oportunidades; es increíble que en estos tiempos algunos retrógrados se fijen en esas estupideces. Ojalá fuera una mujer la de personal, me entiendo mejor con ellas, son más fáciles de manejar, a algunos hombres les cae mal que me vista así, les incomoda mi cuerpo, mi aroma francés, acomplejados, quisieran todos ser así pero no pueden; ya quisiera este enano de junto ser atractivo aunque fuera por un día, jalar la mirada de las damas de todas edades y colores, ya quisiera el casado buena-gente tener mi departamento, mi auto deportivo, elegir entre diez hermosas mujeres cada día con quién salir, pero no, es hombre, un tal licenciado González, un hijo’eputa de los que seguro llegaron a ese puesto por puntualidad y asistencia; tengo que ganar, si no me va a llevar la fregada.

Este es un payaso, un tenorio de pacotilla, ve al mundo para abajo, desde la altura de su ropa importada, huele a tres metros de distancia, se hace manicure como vieja, está descartado, no sirve un hombre que se quiere tanto, por naturaleza es débil, aunque el carisma que tienen estos cabrones suele ser factor de liderazgo, la borregada sigue más a los guapos que a los feos, independiente de sus calificaciones profesionales; el puesto está entre la muchacha y el tipo serio; salieron los tres parejos en las evaluaciones, técnicamente empatados, debo decidir por la entrevista, hoy mismo, uno de los dos. Sería agradable tener una chica tan guapa en la empresa, es estimulante para todos, pero tiene dos hijos, los tiene que atender, es una madre sin esposo, eso siempre será un inconveniente. Bueno, está decidido, fue buena idea sentarme un rato entre ellos sin que supieran quien soy.

lunes, 22 de octubre de 2007

De poetas y locos





El fotógrafo y el poeta

Caminan descalzos por la arena
en el sentido contrario a sus sombras
buscando que el sol les permita congelar
sus últimos soplos de luz. Uno
con los píxeles de su cámara digital y el otro
con los símbolos de la grafía.
El fotógrafo y el poeta se disputan
el honor de ganar la última palabra.

Aprestan los instrumentos.
El crepúsculo suele ser caprichoso y
huir en cuestión de segundos.
El dedo en el disparador
la mano sobre el corazón
la mirada al nivel del horizonte. Atrapan
la despedida del rey cósmico
que queda cautivo para siempre en
láminas de plata y letras de tinta sepia.


El ciego y el poeta

Coinciden en la misma banca
del mismo parque
a la misma hora
del mismo día.
Uno no puede ver nada, no tiene ojos,
otro no quiere ver nada, no tiene ganas. .

De que color es el susurro de las aves
pregunta el ciego.
Qué forma tiene el viento.
Qué diablos es una sonrisa.

El susurro de las palomas es azul
del mismo color que el agua,
el viento es un suspiro, un beso fugaz.
La sonrisa es una caricia del alma.

El ciego sueña con palomas de agua
sonrisas de viento y caricias azules.
Abre poco a poco las palabras.


El sabio y el poeta

Se ven con difidencia, no se intuyen,
antípodas conceptuales que no pueden ver
en su arrogancia, que buscan
las mismas cosas en el cielo: uno con
sus telescopios, el otro con sus sueños.

Despojan de su burka a las estrellas,
son voyeurs de la púdica luna que, nada
puede hacer para ocultar su desnudez.
Inquieren ambos los enigmas del océano
descifran las entretelas de los átomos,
los teoremas ciegos y las leyes de lo perpetuo.

Intuye el astrónomo, premiado con el Nobel,
que más allá de sus visiones irrefutables,
en el lado oculto de las estrellas y los asteroides,
hay secretos ocultos a la vista de su poderoso telescopio.
Hoyos negros invisibles a la praxis y la ciencia que
sólo las lentes de un poeta pueden descubrir.

El sabio guarda sus instrumentos,
el poeta sus palabras y sus versos,
al final de la jornada, se dan la mano
cuando sale el sol y se van a dormir.



El loco y el poeta


Cuando la noche anuncia su presencia
despiertan a la vida: el loco tirando pedradas
a al luna y el poeta robando inspiración al
desvarío del flamante David. Insiste el loco
en derribar la luz con el poder de su honda
y el poeta convierte los llamados primitivos en
metáforas de luz y sueños de agua.

El loco no ha alcanzado jamás a la luna
pero es el que llega las piedras más lejos.
El poeta nunca ha vendido un verso
pero sus letras conmueven, desafían a la ley
de la gravedad, revelan sentimientos y llegan
tan alto como las piedras del loco.

Ambos duermen tranquilos al alba por el deber cumplido.
La luna se pone la pijama y reza una oración
por haber salido ilesa de la demencia nocturna.



La musa y el poeta

Quien me diera una musa de fuego que os transporte
al cielo más brillante de la imaginación.
William Shakespeare.

Epifanía vagabunda

Toca la luz al poeta justo cuando la luna no hace sombra sobre la tierra.
El inefable Apolo afina la lira e invoca a los blancos corceles de Orfeo
para que sobrevuelen los Campos Elíseos llevando al juglar
como Argonauta y gaviero en la cresta del velamen.

Baila la musa sobre la cama de girasoles. Se desliza en una
piroutte que deja al viajero con la memoria llena de tropos.
La flauta de Pan los enloquece con su concierto para una sola voz.

Las pasiones hacen erupción e inundan valles y ríos del Olimpo.
Estallan el agua de los mares y la sangre de las venas
en lava ardiente que incendia al universo en un orgasmo de letras
y convierte en palabra la inspiración divina.

La musa y el poeta duermen abrazados en sábanas de papel
hasta que el sol los despierta con la sonrisa del nuevo día.



La puta y el poeta

Se cruzan en el parque del reloj chino justo cuando
las manecillas coinciden en tiempo y espacio.
Uno camina velando sus armas, buscando la iluminación
que le robaron los avatares de la espesa cotidianidad;
la otra circula coloreando sus labios y sus ojos,
ofreciendo el lienzo de su piel al mejor pintor.
Intentan ambos rescatar las treinta monedas
que perdieron al romper la alcancía de su candidez.

Se obsequian en cada giro, el laurel de una sonrisa,
complicidad negociada por la vulnerabilidad del momento. .
Al poeta se le esconden las palabras y a la puta
los usuarios que posponen sus encanto para mejor día.
A la luz primera se disuelven sus huellas entre las
luces de neón que se apagan y la liviandad
de una nueva batalla que ya quieren dar.

jueves, 18 de octubre de 2007

Focalizaciones (opus 4)


En el vagón del tren

Es el típico sudaca, debe de ser mejicano o peruano, o algo así, de alguna de las viejas colonias. ¿Qué coños hará en España? Por su aspecto debe ser obrero o campesino. No hay mayor apertura democrática que en un vagón del Renfe, aquí se sienta uno junto a autóctonos como éste, negros africanos o musulmanes cafés. Se deberían quedar en sus lugares de origen, no venir a quitar empleos a españoles auténticos. Míralo, no sabe qué hacer, ese suéter debe ser de la época de la revolución de su país, seguro que es mejicano, esos son los peores, se sienten orgullosos de su mestizaje, de la sangre española que por sus venas corre desde el siglo XVI, cuando Cortés con un par de cientos de soldados castellanos conquistó como a veinte países; claro, inteligencia y estrategia españolas contra ingenuidad nativa, cambiaban lingotes de oro por un espejo o por una gallina, gilipollas tercermundistas; ¿Qué rayos irá a hacer a Toledo? ¿Se habrá ganado el premio gordo de la lotería y está haciendo Europa?, ¿qué puede entender un aborigen patarrajada como éste de la magnificencia de la arquitectura mudéjar, o de la obra de El Greco; del Alcázar o de la Catedral gótica?; estos viven en pirámides de piedra, hacen todavía sacrificios humanos y son antropófagos; basta oír su música típica: los mariachis, coño, puro escándalo, y al primer acorde gritan los mejicanos como salvajes en una orgía de sangre.

Este pinche gachupín no se ha bañado en una semana por lo menos; hiede a madres, no sé cómo no se dan cuenta, ¿no se olerán a sí mismos, o unos a otros? Por lo menos, los que llegan a México se vuelven limpios, se bañan y se afeitan como gente civilizada; se vuelven panaderos, o aboneros de ropa y se casan con mexicanas; y claro, las súbditas de la Malinche felices con sus maridos de importación aunque sean ignorantes y cerrados. Nadie puede negar que los españoles, en especial los gallegos como mi tío Gabino son más tercos que una mula; lo que debo reconocer es que los españoles que viven aquí en España son más simpáticos que los que viven en mi país; esos llevan treinta años viviendo en México y hablan como si hubieran llegado una semana antes, con ese seseo mamón; pueden tener bisnietos en México y le siguen yendo al Real Madrid, comiendo fabada y morcilla, ni siquiera aprecian un buen taco de carnitas o de barbacoa; por eso les mandamos a Hugo Sánchez, para que les enseñara a meter goles, a ver qué opina este cabrón de los cinco Pichichis que ganó; me está viendo feo, no se me vaya a subir lo insurgente y le agarre dos o tres madrazos, estos hijos de la chingada creen que estamos en el siglo XVI todavía, que somos puros indios tlaxcaltecas y que obedecemos a la Corona; cuál Corona, sus reyes nada más sirven para escenografía, el que manda aquí es el cuate ese, Zapatero, qué nombrecito.

Deberían prohibir la entrada a estos tipos, nada más contaminan el ambiente. Míralo, con sus bigotes de Cantinflas y su acento de manito, órale mano, vamos a comer tacos; está leyendo El País, ha de entender una puñeta de los asuntos de España; Si Hernán Cortés no hubiera sido tan idealista, y los inquisidores tan quisquillosos, hubieran eliminado a todos estos indios y México, y todos los países Iberoamericanos serían como Estados Unidos, pero hablando el castellano, el idioma universal que los indianos echan a perder con sus regionalismos, es increíble cómo la Real Academia de la Lengua admite que hablen así y le llamen español. Basta ver un informativo mejicano para darse cuenta lo que son; en México hay una guerra entre los narcotraficantes y la policía, que no se resuelve por la corrupción, nadie sabe quiénes son los malos y quiénes los buenos; tuvieron durante setenta años al mismo partido político con presidentes omnipotentes, una dictadura disfrazada de democracia; sueñan con ser estadounidenses, mi hermano estuvo en México y me dijo que comen comida rápida, hamburguesas, pizza, sushi, los tacos y el mole quedaron como recuerdo antropológico.

Y ustedes qué, ojetes, Franco duró más años que el PRI en México; siguen soñando con reyes y princesas, se quedaron atrapados en la edad media, por eso los vascos y los catalanes se quieren independizar, están unidos a huevo, pero ellos no se sienten españoles; basta leer su periódico para darse cuenta de que en todos lados se cuecen habas; no pueden compararse los problemas de rebeldía de México, el EZLN, con la ETA, aquí los terroristas no se conforman con hacer la guerrilla en Internet; están invadidos también por inmigrantes de todas partes, tienen tropas en Irak, son socios de Bush, por lo menos lo era Aznar, el otro presidente; no aprecian lo bien que los tratamos, si supiera este baboso cuantos españoles fueron recibidos con los brazos abiertos el siglo pasado, no me vería como si fuera un delincuente. Cuando la bota de la dictadura sometió a la República, toda una generación de científicos, artistas, políticos, filósofos, escritores fueron bienvenidos en México, como hermanos; lo bueno es que nos mandaron a lo mejorcito, no como en la conquista; durante la guerra civil se fueron a México los intelectuales que no soportaban o criticaban la dictadura; Lázaro Cárdenas recibió a todos los desterrados, y muchos de esos españoles se volvieron empresarios multimillonarios en nuestro país. Pa’ que no me estés viendo feo, gachupín de mierda.

Ése es un mito que ustedes solitos crearon. Es cierto que recibieron a los exiliados españoles de la guerra civil, pero mi abuelo —que estuvo ahí— me contó que los mexicanos trataron muy mal a los recién llegados. Les llamaban rojos o gachupines, como siempre nos han dicho, y los quince de septiembre, cuando los mexicanos celebran la independencia se tenían que esconder bajo llave, cuántas humillaciones tuvieron que pasar antes de ser aceptados, si es que ya lo son ahora; qué estará tomando este gilipollas, no puede negar la cruz de su parroquia, sacó una botella, qué es, ah tequila, claro, por eso son tan feos, porque toman esas bebidas salvajes, tequila reposado, nunca en mi vida probaría eso, mejor saco mi bota, para que el indio aprenda a tomar algo bueno, comeré un bocado de la tortilla que me dio mi esposa; coño, puñeta, este aborigen me ofrece un trago de su tequila, cómo podré decir que no, que no bebo porquerías, sin ofenderlo, después de todo tuvo la amabilidad de ofrecerme un trago.
Ésta es mi estación, coño, no puedo ni ponerme de pie; que borrachera me puse, claro, tomando tequila con tal de ser amable con el mejicano, lo que hace uno por conservar el buen nombre de España; en realidad hay que agarrarle el gusto, primero raspa un poco, pero al tercer trago empieza a entrar con facilidad; pobre, se quedó dormido, por supuesto, si se terminó la bota; está bien, para que aprenda a beber vino español, espero que despierte a tiempo, no se vaya a pasar de su estación. Después de todo es simpático el sudaca este.

martes, 16 de octubre de 2007

Poemas


El Aprendiz

Aprendiz de árbol con aspiraciones a cometa
rinoceronte soñando con unicornios
no alcanzó el tictac del reloj para otra cosa.
Por llegar a medias res a la gala inaugural
las estrellas estaban repartidas, sólo quedaban fugaces
los papeles de águila real eran para los colosos
las piedras de mi onda no los alcanzaron nunca.
Soy el primero en despertar a la última puesta en escena
la función ha terminado, se recogen los disfraces de juglar
la compañía anuncia el fin de la temporada:
abrirá sus puertas en verano con un nuevo elenco.



A pura intuición

No lo sé de cierto, pero intuyo
que si miras al sol te quedas ciego
a los dioses hay que verlos en silencio
y con lentes oscuros de paciencia.

No lo sé de cierto, pero intuyo
que los árboles más viejos de mi bosque
son abuelos putativos de las rosas blancas
primos segundos del otoño
y tienen tantas cosas que decirnos
que prefieren permanecer en silencio
hasta que lleguen los nietos a podarlos.

No lo sé de cierto, pero intuyo
que el tiempo camina en sentido opuesto
a nuestra voluntad de permanencia voluntaria,
que los relojes son esclavos del tirano
y no aprendieron a meter reversa.

No lo sé de cierto, pero intuyo
que el síntoma temprano de la muerte
sólo puede combatirse con la magia
de los amores guardados en conserva
y las letra dura de la palabra nueva.

jueves, 11 de octubre de 2007

Doris Lessing, Nobel de Literatura 2007




La escritora británica Doris Lessing ganó el Premio Nobel de Literatura 2007, el máximo galardón literario del mundo otorgado por la Academia Sueca.
Doris Lessing nació en 1919 Persia, actual Irán, de padres británicos, y se crió en Rhodesia, actual Zimbabwe. Desde 1937 vive en Inglaterra.
Lessing es autora de obras como "Canta la hierba", "El cuaderno dorado", "Hijos de la violencia" y muchos otros libros que le han merecido un gran número de premios, incluidos el Médicis y el Príncipe de Asturias de las Letras.
Lessing, de 87 años, no figuraba en la lista de favoritos para ganar el galardón, que estaba encabezada por el estadounidense Philip Roth, y en la que también estaban el escritor japonés Haruki Murakami y el israelí Amos Oz.
El pasado año, el premio recayó en el escritor turco Orhan Pamuk, uno de los más destacados escritores de la literatura en lengua turca.
Canta la pluma
Canta la hierba, Doris
cantan las letras inglesas desde tu Persia natal
quedan palabras grabadas en tu cuaderno dorado
canta tu lucha de años por la igualdad la concordia
y los derechos de la mujer. Cantan los señores de Estocolmo
bajo mi piel para rendir pleitecía
a la rebeldía de tu pluma.

Focalizaciones (opus uno)



El banquete


La gorda de la izquierda, tiene cara de querer conversar, la muchacha a mi derecha, está tan sacada de onda como yo, desorientada, no encuentra —afortunadamente— como iniciar una plática conmigo y se limita a sonreír. Soy el único inadaptado que se trajo su cubalibre a la mesa, todos abandonaron el aperitivo en los salones. Qué me importa, tengo más sed que los demás. Dieciocho comensales, dieciocho. Hacía mucho tiempo que no veía una mesa tan grandota. La anfitriona echó la mansión por la ventana. Esta porcelana debe ser de Dresde, los cubiertos de plata, la cristalería de Murano. Por qué no hablará nadie, hay infinidad de ángeles volando por encima de la mesa. Dónde estará Federica, está en el mismo lado de la mesa que yo, fuera de mi ángulo de visión. Mejor para ella, porque mis ojos podrían ametrallarla por obligarme a venir, y sería desagradable que su cadáver rompiera los platos y la sangre maculara los finísimos manteles de seda. Tan a gusto que estaba en mi casa leyendo a Tomás Eloy Martínez, sentado en mi más viejo amigo, un sillón de piel desgastado por centenas de libros leídos, bebiendo una copa de vino rojo; sin zapatos, sin afeitarme, cuando escuché la voz castrense familiar: ¿ya estás listo?, son casi las ocho y media, recuerda que vamos a casa de la duquesa de Veragua, y esa gente aprecia mucho la puntualidad. Me parece una exageración dar vueltas a la manzana por diez minutos, Federica tiene una enfermiza compulsión por llegar en punto. Nadie le ha informado que estamos en el siglo XXI.
Ni siquiera la duquesa-anfitriona encuentra que decir. No sirven el primer tiempo. Carajo, que me estoy perdiendo el segundo tiempo del futbol, a propósito de tiempos. Me terminé la cuba, y no veo ningún mesero por aquí. ¿Dónde estarán? ¿Por qué nadie habla? Qué silencio más tenso.

¡Qué desesperación! Nunca había venido a una cena más mamila. La sangre azul se derrama por toda la mesa. Ni siquiera mi marido, rey de la sociedad, está a gusto. Me sentaron entre el conde Drácula y la princesa Pirulí. Mi pálida vecina insiste en restregarme su genealogía y su rancia estofa; hazme el cabrón favor, es descendiente en línea directa de Carlota, la lorenza consorte de Maximiliano. Es una Habsburgo de Austria; qué pena, yo soy una Sánchez de Michoacán. Qué chistosas se ven las señoras estiradas por los mercenarios del bisturí. Sonríen, aunque estén enojadas, no pueden evitarlo. Obra del cirujano. Me encantaría ver a estas reales damas en la mañana, al despertar, sin una gota de maquillaje. Qué horror. Por qué diablos no me habré traído mi copa de vino, llevamos quince minutos sentados y el regimiento de esclavos de librea no aparece por ningún lado. El único cabrón que tiene un trago en toda la mesa, es el de enfrente. No está feo, hay que reconocerlo, se nota a leguas que está tan incómodo como yo. Tampoco sabe de qué hablar con sus vecinas. No sé cómo le hizo, pero un mesero norteado le trajo otro chupe. Se ha de haber mochado con una lana. Cual será su esposa. Me late que es la gorda de verde, la de la esquina. Cambiaría un día de vida por un cigarrillo, pero ni siquiera pusieron ceniceros. Estos pinches ricos son bastante desconsiderados.

Tiene bonitos ojos la señora de enfrente. Son de un verde oscuro que no había visto, como del color de la hierba del jardín. La he descubierto mirándome varias veces, pero en cuanto coinciden las miradas se voltea a conversar con la bruja que le tocó al lado. Sus pupilas no la obedecen, me buscan sin su consentimiento. De la pléyade de momias heráldicas presentes, es la más guapa, se nota que no pertenece a la aristocracia, debe ser princesa consorte como yo. Plebeyos arribistas ja ja. Me volvió a mirar y brindé con mi nueva cuba. Se puso tan roja como las flores del vestido de la bruja vecina. ¿Cómo se las irá a arreglar la gentil centenaria para comer la sopa y no remojar su collar de esmeraldas? Vaya, por fin sirven la cena. Ni en el palacio de Versalles desfilan los esclavos con tanta coordinación. Dieron una vuelta completa antes de detenerse. ¡Puta madre!, hay uno por cada comensal. No puedo ver al mío, pero el que le tocó a mi amiga de enfrente es el último de los Neandertal vestido de etiqueta. Le sirvieron nada más a la duquesa, la gentil anfitriona. Hasta que probó la sopa y dio su aprobación al mayordomo que se parece a Drácula, nos empezaron a servir a los demás. Primero, a las damas, de acuerdo al librito de Carreño; finalmente, a los gentiles caballeros; una crema de color nebuloso. No vi gato alguno que la probara primero, espero que la duquesa no me mande envenenar por romper el protocolo y seguir chupando. Si tuviera la capacidad de leer los pensamientos, estaría yo en una mazmorra esperando por el invento del doctor Guillotine.

Es un descarado el señor de las cubas. No ha parado de coquetearme. ¿Cómo se llamará? Tiene cara como de Ernesto. Así le pondré, Ernesto, para no estar sonriendo con un tipo anónimo. Hay un libro de Wilde, ¿no?, La importancia de llamarse Ernesto. Sea pues.
¿Qué serán estos pajaritos que nos sirvieron? Parecen canarios asados. Ernesto ya se acabó el suyo, se nota que no vino por hambre, que ya la traía. No ha hecho el feo a los vinos. Toma todo lo que le ponen enfrente. Por fin conversan los demás, cada quién con su vecino más próximo. El cotorreo suena como un panal de abejas. La orquesta de Cámara sigue interpretando a Strauss desde el piso de arriba. Un vals más y entenderé por qué Hitler invadió Austria. Nada detiene el cinismo de Ernesto. Cada que da un trago de vino, brinda conmigo. Si lo ve mi marido se va a armar. Hay que reconocer que tiene bonita sonrisa. Brilla más que el collar de perlas de su obesa vecina. No me queda más remedio que corresponder a los brindis y a la sonrisa. Vigilo a mi esposo, para ver si no se da cuenta de mi juego con Ernesto, pero está involucrado en la conversación con los que lo rodean. En realidad, hace años que se olvidó que existo. Perdí la cuenta ya de la última vez que me hizo el amor. Meses, años quizá. Quién será el flaco ese que convoca la atención golpeando su copa de vino con una cucharita. Debe pesar treinta kilos y tener cien años, ¡qué oso! Bueno, nada más duró diez minutos su oda, elogiando la gentileza de la anfitriona. La duquesa agradeció el brindis y nos invitó a pasar a la biblioteca en donde se servirán el café y los licores. Necesito fumar, las garras del vicio atenazan mi voluntad y mi paciencia.

Qué hermosa se ve la grande ciudad de la laguna a la media noche. Amanecieron pródigos los dioses urbanos. Raro ver tantas estrellas. Espero que Federica no me esté buscando, pero ya no soportaba la conversación de la alta sociedad. Puras pendejadas. Me voy a echar otro cigarro, nadie fuma adentro. ¿Quién será? Es la dama de las esmeraldas en los ojos. ¿Vendrá por mí, o será fumadora?

¿Se me notará? Juro que nunca vuelvo a beber, lo juro. ¿Adivinará López lo que hice? Creo que no. No ha parado en todo el camino de hablar del honor de habernos codeado con la gente bien de la ciudad. No supe siquiera el nombre de Ernesto. Será Ernesto para siempre. No cruzamos más de cien palabras. Siempre supuse que mi primera aventura sería en una suite de lujo, con champaña y un largo proceso de seducción. No en el jardín de una duquesa, detrás de unos matorrales, con Ernesto, un señor al que jamás había visto antes, ni volveré a ver. Tengo los calzones llenos de pasto, tendré que bañarme antes de dormir.