miércoles, 25 de febrero de 2009
La diversión empieza a los cincuenta (Fragmento).
CAPÍTULO II
La soledad y los demás.
LOS DEMÁS
Alberto Cortez
Nunca estamos conformes del quehacer de los demás
y vivimos a solas sin pensar en los demás,
como lobos hambrientos, acechando a los demás,
convencidos que son nuestro alimento, los demás.
Los errores son tiestos que tirar a los demás;
los aciertos son nuestros y jamás de los demás;
cada paso un intento de pisar a los demás,
cada vez más violento es el portazo a los demás.
Las verdades ofenden si las dicen los demás,
las mentiras se venden, cuando compran los demás;
somos jueces mezquinos del valor de los demás
pero no permitimos que nos juzguen los demás.
Apagamos la luz que, por amor a los demás,
encendió en una cruz, Él, que murió por los demás;
porque son ataduras, comprender a los demás,
caminamos siempre a oscuras sin contar con los demás.
Nuestro tiempo es valioso, pero no el de los demás;
nuestro espacio, precioso, pero no el de los demás,
nos pensamos pilotos del andar de los demás;
donde estemos nosotros... que se jodan los demás.
Condenamos la envidia, cuando envidian los demás,
más lo nuestro es desidia, que no entienden los demás.
Nos creemos selectos entre todos los demás;
seres pluscuamperfectos, con respecto a los demás.
Y olvidamos que somos los demás de los demás;
que tenemos el lomo como todos los demás,
que llevamos cuestas, unos menos y otros más,
vanidad y modestia como todos los demás...
Y olvidando que somos los demás de los demás,
nos hacemos los sordos, cuando llaman los demás
porque son tonterías escuchar a los demás,
lo tildamos de manía al amor por los demás.
1. Cada que tengas un hueco en tu vida, llénalo de… gente
Quizá el hueco más grande que podemos tener en la vida es la soledad. En una masa de casi siete mil millones de seres humanos conversamos con el espejo, con el gato o con la televisión. En el primer capítulo, tomamos la propuesta de Amado Nervo de llenar los vacíos con amor, pero el amor en su expresión más humana se relaciona con otras personas. Nada cubre mejor los huecos de la soledad que la gente. Seres humanos como nosotros. Vienen en diferentes tallas y colores, los hay divertidos y aburridos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, grandes y chiquitos, pero en cualquier presentación son los más eficientes compañeros de vida.
2. El amor necesita un receptor
Para llenar los huecos con amor, se requiere como condición sine qua non alguien que reciba ese amor y de preferencia lo convierta en un camino de dos vías. El amor no es como el dinero que se acaba o que apenas alcanza para sobrevivir. El amor es una tarjeta de crédito que no tiene límite alguno. Podemos amar a cinco personas, o a treinta, o a un millón si dejamos salir la capacidad ilimitada de querer a los demás con la que fuimos dotados de nacimiento.
3. La diáspora
¿Por qué amamos solamente a un grupo limitado de personas? Los antropólogos nos han dado una explicación que vale la pena revisar. Los humanos provenimos de África. Hace unos dos millones de años, nuestros abuelos ya tenían las características de los seres humanos contemporáneos. Se llamaban Homo erectus (hombre erguido) y aunque eran más pequeños y tenían un cerebro básico, iniciaron la civilización construyendo herramientas rudimentarias de hueso o piedra.
Estos Homo erectus se consideran los primeros homínidos que salieron de África y se dispersaron por los otros continentes en la llamada primera diáspora africana. Por las condiciones geográficas de cada lugar en el que se asentaron, desarrollaron características físicas diferentes que evolucionaron en distintas razas humanas. Todos los seres humanos llevan, básicamente, información genética idéntica. Las variaciones son resultado de las características geográficas de las diferentes zonas del mundo. En los lugares de mucho calor, la piel se tornó negra y en las zonas heladas, blanca como defensa ante las inclemencias climáticas. Millones de años después, cuando se iniciaron las migraciones, los hombres vieron a los otros como especies rivales y seguramente peligrosas. Aunque parezca increíble, tuvieron que pasar miles de años para que los blancos europeos reconocieran a los negros africanos como congéneres.
Y el instinto viajó por el tiempo y se asentó en nuestra conciencia. Por eso nuestros amigos son parecidos a nosotros, tanto en rasgos como en pensamiento.
4. Relaciones humanas
El ser humano es un ser social por naturaleza. La soledad es inhumana, los ermitaños son individuos afectados por alguna desviación. No se puede vivir aislado, es navegar contra corriente. Las relaciones humanas son una necesidad real. Se convierte en vital entonces, aprender a convivir con los demás.
Para lograr que esta coexistencia sea lo más armoniosa posible, hay que seguir algunos principios fundamentales de carácter general: flexibilidad para adaptarnos a las diferentes personalidades y disposición al cambio si fuera necesario. Es un error pensar que en las relaciones humanas sólidas no hay discrepancias. De ninguna manera. Cada cabeza es un mundo y en la variedad de estilos está el sabor y el color de la vida. Cuando dos personas coinciden en pensamiento, palabra y obra, casi pueden garantizar una relación aburrida y estática. Hay que discutir, convencer, desacordar. La armonía total de pensamientos suele darse en un clima artificial, casi siempre aderezado con la hipocresía y la falsedad.
Las relaciones verdaderas, las que no se desmoronan a la primera divergencia, son aquellas en la que se aprende a pelear a gusto, a discutir, a estar en desacuerdo. Imagínense que todos le fueran al mismo equipo de futbol, o que todos votaran por el mismo candidato y no hubiera diferencias. No habría diversión, ni democracia.
Las palabras mágicas de las relaciones humanas empiezan siempre con el prefijo CO que significa, en latín, unión o colaboración. Trabajo en equipo como en coautor, colega, compatriota, o compañero. Muchos de los principios fundamentales de las relaciones humanas empiezan con este prefijo.
Comprensión
Compasión
Cooperación
Cortesía
Coordinación
Comunicación
La comprensión es la aceptación de los demás como personas, como individuos, con sus limitaciones, necesidades particulares, con sus derechos, caprichos y debilidades. La comprensión y la buena voluntad son clave de las relaciones humanas.
La compasión es un movimiento del alma que nos hace sensibles al mal que padece otro ser. Es la comprensión del estado emocional de los demás. Es el deseo de calmar o disminuir el sufrimiento de otro.
La cooperación es la llave del bienestar general. El trabajo en equipo buscando un mismo fin, la búsqueda del bien común.
Llamamos cortesía a la forma en que tratamos a los demás y somos tratados, al trato afectuoso y cordial que abre la puerta al entendimiento. Es parte de la civilización y permite el trabajo armónico y la consecución de mejores resultados. Es un don del ser humano que tiene un espléndido costo – beneficio. Cuesta muy poco y vale mucho.
La coordinación es una de las partes organizacionales del trabajo en equipo para conseguir un resultado favorable. Es la suma de esfuerzos de manera organizada, en la que cada quien hace la parte que le corresponde para llegar a un objetivo fijado de antemano.
La comunicación es un fenómeno de carácter social que comprende todos los actos mediante los cuales los seres vivos se comunican con sus semejantes para transmitir o intercambiar información.
Comunicar significa poner en común e implica comprensión.
La comunicación inicia con el surgimiento de la vida en nuestro planeta y su desarrollo ha sido simultáneo al progreso de la humanidad. Todos los seres se comunican de una forma o de otra, pero sólo los seres humanos pueden hacerlo racionalmente. La comunicación es la esencia de las relaciones humanas y la ejercemos conversando, riendo o llorando, en silencio, leyendo un periódico o viendo la televisión.
La comunicación es el camino más directo a la comprensión.
Sin embargo, la falta de comunicación ha provocado la mayor parte de los problemas de la historia. El mundo paga día a día la maldición de la Torre de Babel, ¿recuerdan? Al principio, todos los hombres hablaban la misma lengua y usaban las mismas palabras, como es lógico entre seres de una misma especie, y decidieron construir una torre que llegara hasta el cielo para estar a la misma altura que Yahveh. El omnipotente creador celoso confundió la lengua de los humanos y terminó con la comunicación, por lo que no pudieron llegar a su objetivo.
Cinco mil años tiene la historia documentada del hombre, cinco mil años en los que es difícil encontrar uno solo sin guerras, sin imperios dominantes, sin revoluciones e independencias. Jamás ha podido el ser humano, a pesar de su prodigiosa inteligencia racional que lo ubica como el rey de la creación, comunicarse con los demás de manera eficiente.
Entonces, resumiendo el concepto de relaciones humanas, podríamos decir que es la disposición de ánimo que manifestamos frente a las personas o a las situaciones que nos rodean. Una actitud hacia los demás, un reto de objetivos comunes que implica practicar la compasión, la cooperación, la cortesía, la coordinación y en particular la comunicación.
Hay tres actitudes fundamentales en las relaciones humanas:
Aceptación
Respeto y aceptación de la otra persona como ser humano diferente y único.
Rechazo
Al rechazar a cualquier ser humano se afecta su autoestima y se termina con la relación positiva.
Descalificación
Es la más perniciosa de las actitudes. Hasta la menos brillante de las personas intuye que lo estamos descalificando de alguna manera, que lo estamos discriminando y manifestándole que no nos importa, o que no tiene relevancia en la vida o en el trabajo.
La persona descalificada se reduce, se encierra en sí misma y sufre daños serios, perdiéndose con ello la comunicación. Al descalificar a las personas por su aspecto, por su nivel intelectual, social o cultural, seguimos construyendo la Torre de Babel.
La regla de oro
Hay una regla en la que han coincidido los filósofos, los líderes religiosos y los pensadores de todos los tiempos. Una regla que parece tan elemental y que sin embargo ha sido difícilmente aplicada en la historia de la humanidad. Una norma que resume los conceptos de la humildad, la empatía, la buena vecindad, el respeto a la dignidad humana y el reconocimiento de los otros como iguales.
No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.
O en las palabras de Confucio:
Lo que no quieras que te hiciesen, tú no lo hagas a los demás
O en la versión de Buda:
No hieras a los otros con aquello que te hace sufrir a ti.
O en la de Tobías en la Biblia:
No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan.
O en el pensamiento del filósofo griego Sócrates:
Trata a los demás del mismo modo que tú deseas ser tratado.
O del principio básico del hinduismo:
No hagas a los otros aquello que, si te hicieran a ti, te causaría pena.
Tan fácil y tan complejo. Si no quieres ser insultado, no insultes; si no quieres ser robado, no robes. Si no quieres ser humillado, no humilles.
O al revés: Si quieres ser amado, ama; si quieres ser respetado, respeta; si quieres ser escuchado, aprende a escuchar a los demás, que quizá también tengan cosas qué decir.
Para Conversar… se Necesitan dos
Como dice el poema de Mario Benedetti:
Te quiero
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y tomo el último verso del poeta uruguayo: somos mucho más que dos. Cuando llenamos nuestros huecos existenciales con gente, desmentimos la perfectibilidad de las matemáticas y concluimos que uno más uno puede ser más que dos, o que dos más dos son cinco. Adán exigió a Dios compañía y obtuvo a Eva y Robinson Crusoe dejó de sentirse solo al hallar las huellas de Viernes en la arena.
¿Qué buscaban Adán y Robinson?
Alguien con quién hablar. Para conocer la opinión de otro o para expresar la nuestra, es indispensable la presencia de un emisor y la de un receptor. La palabra, oral o escrita, es el mayor invento de la humanidad, el caldo de cultivo de la cultura y la civilización. A través de la conversación entendemos y comprendemos a las demás personas.
La conversación es un ejercicio de dos vías: hay que decir y hay que escuchar. Uno de los principales problemas es que la mayoría de la gente es muy buena para decir, pero hay pocos buenos escuchadores. Y es que no se trata solamente de captar sonidos, se trata de entender, de interpretar una idea, o ciertas palabras, ubicarlas en un contexto. Saber escuchar es un arte que enriquece el proceso de la comunicación y nos permite confrontar nuestra experiencia con la de los demás.
Y no es un asunto de palabras. Hay que aprender a escuchar y leer los ojos, los movimientos corporales, la expresión que muchas veces relata lo que las palabras no pueden contar. El menos culto de los seres humanos tiene muchas cosas qué decir y el más inteligente puede aprender de él.
Hay que aprender a comentar las cosas que sentimos, de manera asertiva, o pedir perdón de ser necesario, a lavar con la buena comunicación los rencores y complejos del pasado.
Tipos de relaciones
Desde el momento del nacimiento nos relacionamos con otras personas. Los primeros suelen ser los padres, los hermanos mayores, los abuelos y los parientes cercanos. Es una relación de dependencia y en la mayoría de los casos el pequeño recibe la atención, la protección y el cuidado de todos.
Al crecer, seguimos manteniendo relaciones de dependencia con maestros, hasta terminar los estudios, con jefes al entrar a trabajar, con líderes de asociaciones sindicales o políticas. En todas las actividades de la vida, siempre habrá alguien de mayor nivel que nosotros y tendremos que saber manejarlo.
Al entrar a la escuela, empezamos a relacionarnos con pares. Con personas de nuestra edad de las que no dependemos, pero que tampoco dependen de nosotros. En el trabajo sucede lo mismo. Nos relacionamos con personas que están a nuestro nivel y sucede lo mismo cuando nos enamoramos. En la actualidad, no existe la dependencia de la esposa o el esposo. Las relaciones humanas se mantienen habitualmente en el nivel de igualdad.
Existen también las relaciones de autoridad a las que accedemos al ir creciendo. Tenemos hijos y luego nietos, empleados o alumnos si damos clases. Pero a cualquier edad y en cualquier nivel tenemos que tratar con personas de todos tipos, y una parte importante de la felicidad y de la realización reside en la manera en que manejemos dichas relaciones.
Desde que nacemos, pertenecemos a grupos de diferentes tipos. La familia, la escuela, la comunidad, la iglesia, asociaciones, sindicatos, etcétera.
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3 comentarios:
Genial poema y reflexiones, Álvaro. Los males del mundo comienzan por el individuo. Nosotros somos los demás de los demás. Un poema que deberíamos leer todos los días como ejercicio de autoreflexión. Todo lo demás (de lo demás) también.
Un abrazo
Ana
Ana:
el egocentrismo nos hace creer en ocasiones que el mundo gira alrededor de nosostros. Pero ya Galileo y Copérnico demostraron lo contrario.
Recibe un cordial y eficiente abrazo.
MAIKA ILUSIÓN:
Hola Alvaró me he querdi hay unir de segidora de tu blog, porque veo que escribes con el corazón, y los sentimientos y te felicto por ello, ya que me hesentido hay en tu blog muy bien, todo cuanto pones y te expresas felicitaciones y saludos muy cordiales, maika ilusión, precioso de verdad.
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