viernes, 12 de noviembre de 2010

En el parque a las cinco de la mañana



No hay niños.
No hay gritos, gemidos, ni rechinar de columpios,
ni mercaderes de nubes de azúcar rosada,
sólo hay frío, un frío azul oscuro,
y algunos fantasmas de bruma bailando
en remolinos de valses de viento.


No hay niños, sólo subibajas de
colores elementales uniformados de gris
que apenas se atreven a insinuar sus rojos
a los rayos inaugurales del sol.


No hay niños,
sólo un jardinero viejo y aburrido, luchando
con la terquedad del otoño que quiere imponer
a su desaliento de dos siglos su tapete de ocres.


No hay niños,
sólo pájaros desvelados afinando para el
primer acto de su concierto de las seis,
y mariposas llevadas y traídas por el viento como
ofrenda floral a los señores de la madrugada.
Los árboles no se arrodillan ante dios alguno.
La ciudad se despereza, empieza a levantarse,
los recolectores de basura desayunan una
guajolota de tamal verde y atole de fresa.

No hay niños,
se están vistiendo para ir a la escuela,
o se volvieron adultos y se preparan para la jornada,
los juegos lloran lágrimas de rocío por su ausencia.

4 comentarios:

Salvador dijo...

Estimado Álvaro:
Te conocí a través de Literalia México, y con este poema me queda claro cómo es que Arturo Juárez se expresa tan bien de ti.
Tu poema es hermoso, con una cadencia que nos coloca perfectamente en la escena del parque, y por qué no decirlo, te coloca a ti reviviendo una remembranza muy personal.
Respetuosamente:
Salvador Madrid Luna

Camino... dijo...

todo se encuentra lleno de nostalgia..

me gusta, es un buen escrito..
espero leer alguno de sus 7 buenos libros que menciona..

Saludos.

escribes conmigo dijo...

Álvaro:

Un poema lleno de imágenes y colores
de sensaciones y recuerdos.

Es como siempre un gusto leerte.

Mario

Álvaro Ancona dijo...

Gracias Salvador. Estoy estudindo letras hispánicas y nos tocó una corriente francesa llamada "Lo infraordinario". La busqueda estética de lo cotidiano, De ahí la idea. Un abrazo y bienbenido.