lunes, 28 de abril de 2008

El punto sobre la i


No sé si soy o simplemente pretendo ser
el punto sobre la i de mi propia existencia
o el cabecilla de los borregos que saltan la cerca
en la interminable noche que no logra exorcizar
la angustia del hoyo negro de mi insomnio.

No se si soy o simplemente aspiro a ser
protagonista central de mi propia odisea,
comandante supremo del barquito de papel
que regresa de su gran expedición por
las alcantarillas de la ciudad de cristal y acero.

No se si soy o simplemente soñé que era
un torrente de tinta nueva que pretendía escribir
la palabras exactas para llegar al lugar
donde las farolas y las infantas están encendidas
deshilando punto a punto el hábito de mis locuras.

miércoles, 23 de abril de 2008

…y coincidir



SIETE AM

Confundió el sonido del despertador con el de una ambulancia que pertenecía a un accidente sangriento del último sueño, ése que se cuelga durante algunos segundos de la vigilia. Un segundo timbre alertó sus reflejos condicionados y lo ubicó de lleno en el día: el teléfono. ¿Quién coños llamará tan temprano? Un happybirthday desafinado le recordó que era día de su cumpleaños. Los timbrazos se sucedieron. Después de todo, no era un año más. Los treinta representaban el final de la tercera década, estreno de la vida de adulto. Ese día se graduaba como hombre según las consejas del conglomerado municipal de alta densidad. En su mente reverberaba la voz de la primera llamada, la de su madre que no perdía oportunidad para sermonear con cualquier pretexto: espero que vengas a comer, te prepararé enchiladas verdes, las que te gustan; la última vez te encontré demasiado flaco, ¡claro!, ¡cómo no!, si te alimentas de comida chatarra, desayunas gansitos y cocacolas; cómo estará tu organismo; por supuesto, si vives solo, como perro; tus hermanos menores ya se casaron, ya me hicieron abuela, pero tú insistes en vivir como soltero, ¡ay hijo!, los hombres no saben vivir solos, necesitan que los cuide una mujer. Si no me das un nieto pronto, tendré que adoptar uno y ponerle tu nombre.

En algo tenía razón. Empezaba a hartarse de la soledad. Sus amigos, sus hermanos, su generación, habían cumplido con los rituales de la sociedad con más eficiencia que él. En el fondo le valía madres la opinión global, pero las noches empezaban a parecerle demasiado largas. Aprovechó la regadera —paradigma cotidiano— para diseñar la agenda del día: pasaría a la oficina, aunque estaba advertido de que su presencia sería considerada non grata. Sus socios en conjunto le solicitaron un paréntesis a su manía obsesiva de ser el primero en llegar y el último en salir. La firma de abogados, de la cual llevaba Ángel la parte laboral, podría sobrevivir un día sin su talento. A pesar de la carga de trabajo, aceptó el asueto propuesto, pero tendría que pasar, por lo menos unos minutos, para firmar una demanda. Esperaba con toda la sinceridad del mundo, evadir la incómoda partida de pastel con mañanitas incluidas; los ritos coloniales le producían claustrofobia. Después iría a cortarse el cabello, y a comer a casa de sus padres. El clan familiar en pleno cumpliría con las tradiciones. Difícil evadir la pachanga vespertina que solía epilogar los festejos. En la noche, saldría con el único de los socios del bufete, cofrade de soltería. Pedro estaba comprometido en matrimonio, y su novia Marissa, invitaría a su mejor amiga para hacer el cuarto. Detestaba cordialmente las citas a ciegas, pero las fotografías que Marissa le mostró, terminaron por convencerlo. Era una hermosa dama.

En el trayecto, se permitió un bosquejo autobiográfico nada habitual. Solía mirar por el parabrisas más que por el espejo retrovisor. Poco recordaba de la primera década. Vida familiar, lúdica, normal, típica de la clase media de la gran urbe. Escuelas privadas de medio pelo, mixtas, laicas y bilingües; religiosidad moderada, proveniente del matriarcado doméstico; educación media, normal de su generación, que incluía un dominio congénito de la alta tecnología, del inglés como segundo idioma, y de la carrera elegida. Le gustaba su trabajo, le apasionaba la concepción cardinal del estado de derecho, base estructural de la sociedad civilizada. El campo sentimental era el más flojo de su currículum. Dos novias formales, sin la pasión suficiente para comprar diamantes. No tenía prisa, estaba convencido de que la extraña indicada, aparecería en el momento oportuno, y que la señal sería contundente. Salía constantemente, conocía a decenas de candidatas cada mes, pero no había llegado la precisa. Quizá sería esa noche, quizá la amiga de Marissa era la coincidencia esperada.

Sandra Luna salió huyendo de su casa para buscar refugio en el consultorio. Desde los veinticinco, los cumpleaños se habían convertido en un martirio chino. Su mamá, tías, hermanas y amigas, estaban preocupadísimas por su soltería tenaz. Era sacrilegio social llegar a los treinta sin tener siquiera novio formal. Sandra invirtió los años casaderos en estudiar su carrera de psicóloga, una maestría en comportamiento organizacional y un doctorado en psiquiatría clínica. Tuvo novios y pretendientes, pero ninguno resistió a la rata de biblioteca, como la llamaban sus amigas cercanas. Su ignorancia acerca de la música contemporánea, del baile de discoteca, del Prêt-à-Porter, ahuyentaban a la turba de galanes que pretendían su belleza. Si algo le encabronaba era la obsesión de sus parientes y amigos por conseguirle un buen partido. A los treinta, una chica decente se graduaba de solterona si no estaba —como mínimo— comprometida. Marissa, su vieja room mate de la universidad, organizó una cena con el socio de su novio para celebrar el cumpleaños de ambos: te juro que no te vas a arrepentir. Es un cuero de niño, abogado brillante, soltero, con mucha lana, un Mercedes Benz deportivo, tiene un cuerpazo, y es divertidísimo. Le mostré tus fotos de la escuela, y quedó prendado. ¡Ay Sandy, presiento que éste es el bueno! Con tal de no discutir con Marissa, y recordarle la fila de galanes perfectos que le había presentado diciendo lo mismo —éste sí es el hombre ideal para ti—, aceptó y la cita quedó concertada para esa misma noche. Tenía un extraño presentimiento. Desde que vio la sonrisa fotográfica de Ángel, y supo que cumplían años el mismo día, lo consideró una cábala a la que más valía no oponerse. Gastó varias horas pensando en el extraño al que conocería en la noche. Jamás había conocido a un hombre llamado Ángel, le gustaba la idea.
Después de atender a los escasos pacientes que no pudo cancelar la burra de su secretaria, decidió darse un regalo especial. Fue a una clínica de belleza, y permitió a las profesionales de la estética: masajearla, peinarla, limpiar su cutis, atender sus uñas, y dejarla como de veinte. Después entró a una exclusiva boutique, y se atavió de pies a cabeza al más sonoro aullido de la moda. Permitió al espejo darle la bienvenida, no podía quedar más hermosa. Estaba al tope.

DOS PM


La familia de Ángel era capaz de organizar un sarao espectacular a la menor provocación. Cumpleaños, santos, aniversarios, cualquier pretexto era bueno para matar tarde, y festejar como si fuera el último día de la vida comunitaria. Llegaron a la casa matriz cargados de obsequios, botellas de vino, niños, suegras y perros. El nuevo convertible de Ángel sirvió de expediente para autorizadas opiniones técnicas, y brindis por el hermano solterón: ¡claro, este cabrón no tiene hijos que mantener! ¡Si tuviera esposa traería un vocho! ¡Es la única manera de que lo pelen las chavas! Las enchiladas verdes acompañadas de frijoles refritos, cervezas heladas, caballitos de tequila reposado, cubalibres, armaron la tarde típica de la costumbre familiar, aderezada con pleitos de niños, llantos de alguna cuñada incomprendida, segunda ronda de comida, floreros rotos, y calientes discusiones políticas, que llegaban al climax cuando el futbol salía a relucir: ¿cómo viste a las maricas de las chivas? ¡El América no le gana ni al Texcoco!
Al anochecer, el festejado decidió arreglarse para la cita. Tendría que estar a las nueve en el antro pactado, quedaban pocos minutos. Se arregló con calma, eligió prendas favorecedoras, probadas, colores que destacaban el bronceado obtenido en playas y canchas de tenis.

A Sandra se le subió la bilirrubina sin que pudiera evitarlo. ¡Qué sorpresota le tenía reservada su padre consentidor! Un Audi TT convertible, rojo fuego, orgasmo de sus calenturientos anhelos. La velocidad le seducía, y alguna vez comentó que ése era El auto. Hete aquí, que el pater familia, decidió paliar el ingreso al mundo de las quedadas de su princesa, con el obsequio anhelado. Permaneció sentada al volante, mientras su progenitor garantizaba la trascendencia de su generosidad filmando el evento, tomando fotografías y descorchando una botella de Dom pérignon, lujo exclusivo de grandes eventos familiares. La festejada accedió a los rituales, se dejó cantar, brindó con todos hasta que el reloj le avisó que eran las ocho de la noche. Le quedaba justo el tiempo para arreglarse. Después de treinta minutos se miró al espejo y quedó satisfecha. No podía estar mejor, presentaría su mejor cara al afortunado Ángel. Las burbujas eran complacientes.

OCHO TREINTA PM

Ángel hizo honor a su fama impoluta de caballero. No le tomaría más de veinte minutos llegar al antro seleccionado para la celebración. Trazó en un mapa mental la ruta que tomaría, rogando a Cronos, y al gobernador de la capital, que el tráfico estuviera razonable. El circuito interior le permitió probar la potencia y estabilidad de su Mercedes. Adoraba la sensación animal del aire golpeando su rostro, del trote poderoso de los trescientos caballos que lo conducían por las distintas arterias. Por las noches solía bajar la capota del convertible y entregarse a la sensualidad de Eolo.

NUEVE PM

A dos cuadras del estacionamiento encontró una inédita soledad. No había coches en la calle, qué mejor oportunidad para llegar derrapando, demostrar su inmadurez de tres décadas haciendo un arribo espectacular. Deseó que la tal Sandra estuviera en la puerta, para enloquecerla con su audacia.

La tal Sandra estaba en el extremo opuesto de la calle. Qué delicia, este automóvil es un sueño, llega a cien kilómetros por hora en siete segundos, es una maravilla. Espero que Ángel esté esperando en la entrada como corresponde al caballero que me pintaron. Se le van a caer los calzones cuando vea mi regalo, mi atuendo de princesa y mi sonrisa letal.
Aprovechó la soledad de las calles para dejar su cabello volar. Disfrutaba del viento que se estrellaba en su rostro, la capota del convertible estaba guardada en la cajuela, qué sensación extraordinaria. Dos faros de halógeno venían directo hacia ella.

—¡Algo pasó! —advirtió Marissa—. Baja la velocidad.
Pedro tuvo que estacionarse a una cuadra del bar al que se dirigían. Eran las nueve y media. Por sugerencia de Marissa, habían retrasado su llegada para que Ángel y Sandra se conocieran sin interferencias molestas. Las luces licuadas de ambulancias y patrullas pintaban de azul y rojo la noche. A Marissa se le detuvo el corazón al llegar al lugar del accidente. Identificó en un segundo el coche nuevo de Ángel, o lo que quedaba de él. Apretó la mano de Pedro, rogando a todos los santos que no fuera su amigo el accidentado. Los automóviles habían chocado de frente, a las nueve en punto de la noche. Ni un minuto antes, ni un minuto después. La parte delantera no existía. Los cuerpos estaban fundidos en uno solo. Ambos llegaron a la cita.

lunes, 21 de abril de 2008

De días y tiempos


Insolación

Por salir sin protección solar en primavera
la mañana tuvo una sobredosis de luz y se puso
tan amarilla , que el médico de las estrellas
le recetó una transfusión de crepúsculo
de emergencia y dos días de terapia intensiva
bajo el más nublado de los cielos

La agonía de un minuto

Lo que me asombra del tiempo
es que nadie lo ha visto
pero todos hablan de él
cual si fueran sus amigos.
Científicos y poetas
chiflados y relucidos
piensan en perder el tiempo
viven por vivir el tiempo.
Juegan con él, ríen en él
nacen y mueren en lapsos de tiempo.
Lo desafían a duelo
contemplando las estrellas
o bordando mantas de ocio
lo convierten en moneda.

A tiempo amar y desatarse a tiempo
proponía Renato Leduc
y Borges se preguntaba
por el destino de los siglos
pero no ha nacido el poeta
ni el sabio capaz de detener
por un instante
el movimiento perpetuo de la arena.

Lo que me asombra del tiempo
es que está muriendo
y a nadie le alcanza el tiempo,
para entender el minuto
que leyendo este poema
se fue volando para siempre.

jueves, 17 de abril de 2008

Historia de las notas musicales


A raiz del experimento poético "Climax" que está abajo y que generó una absurda controversia, me puse a buscar el origen de las notas musicales y encontré lo siguiente:

Los nombres de las notas musicales derivan del poema Ut queant laxis del monje benedictino friulano Pablo el Diácono, específicamente de las sílabas iniciales del Himno a San Juan Bautista. Las frases de este himno, en latín, rezan así:

Ut queant laxis

Resonare fibris

Mira gestorum

Famuli torum

Solve polluti

Labii reatum

Sancte Ioannes

(En español, significa "Para que tus siervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de tus milagros, disuelve los pecados de labios impuros, San Juan").

ut: para que
qüeant resonare: puedan cantar
mira gestorum: de los milagros
famuli tuorum: los siervos tuyos
laxis fibris: a pleno pulmón
Sancte Johannes: San Juan
solve reatum: disuelve los pecados
polluti labii: labios impuros
En la grabación de los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos se dice erróneamente que el himno es anónimo.

Fue el monje Guido D'Arezzo —considerado el padre de la música—, quien desarrolló una aproximación a la notación actual, al asignar los nombres a las notas —excepto a la séptima nota, si, que entonces era considerada un tono diabólico (diábulus in música)— y desarrollar la notación dentro de un patrón de cuatro líneas (tetragrama), y no una sola como se venía haciendo anteriormente.

Hacia el siglo XVI se añadió la nota musical si, derivado de las primeras letras de Sancte Ioannes, y en el siglo XVIII se cambió el nombre de ut por do (por Dóminus o Señor). En Francia se sigue utilizando la nota ut, aunque para el solfeo se usa el monosílabo "do" para evitar la complejidad que provoca la letra "t".

También en este proceso se añadió una quinta línea a las cuatro que se utilizaban para escribir música, llegando a la forma en que hoy lo conocemos, llamada pentagrama (música).

Luego de las reformas y modificaciones llevadas a cabo en el siglo XVI, las notas pasaron a ser las se conocen actualmente: do, re, mi, fa, sol, la, y si.

jueves, 10 de abril de 2008

Fulminado por la letra (Fragmento de novela)


Desde que me rayó la primer luz de la razón,
fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras,
que ni ajenas reprensiones, ni propias reflejas,
han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí…

Juana Inés de la Cruz


El amanecer los sorprendió fundidos en un solo cuerpo, desnudos, enamorados y llenos de felicidad.
—Buenos días —saludó Calíope—, ¿qué vamos a hacer hoy?
—Tengo la inquietud de empezar a escribir, pero no creo poder hacerlo. Aunque las ideas brincan por mi mente, no puedo concentrarme en nada que no seas tú.
Calíope respondió a los galanteos de su escritor, acariciando sus mejillas, peinando sus enredados cabellos con ambas manos.
—Tenemos todo el día por delante. Al menos, yo no tengo sueño.
—Yo tampoco.
— ¿Qué propones?
Guillermo Cervantes meditó durante algunos segundos y enseguida sugirió.
— ¿Por qué no iniciamos el día con un suculento desayuno en la cafetería de chinos que está en la calle de Álvaro Obregón, a unas cuadras de aquí? Podríamos tomar un café con leche al más puro estilo oriental, acompañado por esos suculentos bisquets; Después, quisiera visitar alguna librería o biblioteca, consultar ciertos libros. Quiero caminar contigo por el parque de Chapultepec, quizá visitar el zoológico, podríamos ir a algún cine en donde pueda besarte furtivamente sin que nadie nos vea.
—Todo aceptado. Estoy a tu disposición.
Se olvidaron durante casi diez horas de la literatura, del Gran Jurado, de sus frustraciones. Pasearon como adolescentes tomados de la mano, abrazados, besándose públicamente. Fue el día más delicioso que Guillermo recordaba haber vivido en los últimos años. A las siete de la noche, regresaron al departamento, se bañaron juntos en apoyo a la campaña de ahorro de agua que habían escuchado en la radio, y se prepararon para recibir al siguiente invitado.
— ¿Quién será? — preguntó Calíope.
—No lo sé.
— ¿Quién te gustaría?
—No lo he pensado. Todos me producen el mismo temor inicial.
Unos minutos antes de las doce de la noche, bajaron al departamento de Calíope para refaccionarse de café, té y galletas, sabiendo que al subir, el tutor en turno estaría esperándolos.
A las doce y cinco regresaron ansiosos por la revelación que les aguardaba. Entraron, encendieron la luz y se llevaron una gran sorpresa.
En la sala, estaba sentada una mujer joven y hermosa. Tendría no más de veinte años. Lucía un moderno traje sastre, a través del cual se perfilaba un cuerpo muy bien formado. Tenía el cabello de un castaño similar al color de los troncos de los cedros, un rostro serio y enigmático. Leía un libro de Guillermo, tomado del librero. Se puso de pie, al darse cuenta de que tenía compañía.
—Vos debéis ser Guillermo y vos, Calíope —dijo la intrusa, observándolos con curiosidad—. El retrato que me hicieron Octavio Paz y Jorge Luis Borges fue bastante deficiente. Calíope, sois mucho más bella en persona que en la descripción de ambos caballeros, aunque los dos hayan sido poetas excelsos. Vos, señor Cervantes, reflejáis una inteligencia y sensibilidad en vuestra mirada muy superior a lo que esperaba.
Ante la cara de idiotas desorientados que tenían los dos, la visitante decidió presentarse para descorrer el velo que la medianoche había tendido en el intelecto de ambos.
—Creo que no sabéis quién soy, ni que hago aquí, ¿verdad?
Ambos sostuvieron la cara de idiota como respuesta a la pregunta.
—Entonces, me presentaré. Mi nombre es Juana Inés de Asbaje Ramírez, aunque quizá vosotros me identificaríais mejor como sor Juana Inés de la Cruz. Estoy aquí, convocada por un grupo de inmortales que se autodenomina teatralmente El Gran Jurado. Octavio Paz abogó por mi presencia ante vosotros, en este siglo XX, y después de muchas deliberaciones y discusiones —vaya que les es difícil ponerse de acuerdo—, aprobaron mi inclusión, presencia inmerecida aquí, en la tierra de los vivos, y la exención del gran bardo español Antonio Machado. Me parece, señor Cervantes, que habéis salido perdiendo en el cambio, pero me siento halagada y agradecida por tan inesperada oportunidad.
La asombrada expresión de la pareja empezaba a relajarse. La bellísima e ilustre huésped lucía muy diferente a la imagen que tenían de la décima musa. En las pinturas que aparecían en las enciclopedias, en las portadas de los innumerables libros de poesía que durante siglos habían sido editados en todo el mundo, aparecía enfundada en un estricto hábito de monja.
Una vez sentados, después de repasarse mutuamente, permanecieron en silencio. Juana de Asbaje lo rompió con voz dulce y segura.
— ¡Qué hermosos colores tenéis en la cara, Calíope! Vuestras mejillas son tan rojas como manzanas maduras y combinan con el profundo carmesí de los labios; vuestros ojos lucen esplendorosos con esos tonos verdes como el mar, con los que los destacáis.
Calíope, respondió como si estuviera platicando con una compañera del trabajo.
—Sólo es maquillaje, señora.
Le mostró un estuche de plástico.
Sor Juana miró con gran interés los afeites del siglo XX, atiborrando de preguntas a la joven. Durante casi media hora, se enfrascaron en una inconfundible tertulia femenina, ignorando al pupilo. La sección de confidencias terminó con una audaz proposición de Calíope.
— ¿Me permite maquillarla?
Sor Juana preguntó a Guillermo, que observaba la escena carcomido por los celos ante el parloteo de las damas, si aceptaría que le robara unos minutos más a su tiempo de literatura, para probar el maquillaje. Guillermo enfurruñado aceptó.
Las jóvenes se dirigieron al baño. En unos minutos, la austera poeta del siglo XlX fue transmutada en una moderna muchacha de gran belleza. El escritor estuvo a punto de proponer posponer la entrevista y llevar a la décima musa a una discoteca.
Al regresar al sillón, Calíope dijo a sor Juana, rompiendo el turrón y hablándole de tú.
—Disculpa el comentario, pero te ves mucho más joven que en las pinturas que hemos visto de tu época. Cervantes, Wilde, Borges y Paz eligieron venir con el aspecto que tenían en los últimos años de su vida; incluso Georgie, perdón, Jorge Luis Borges, prefirió regresar ciego a cambio de tener la edad en la que se sintió más feliz e inteligente.
Sor Juana respondió divertida.
—Los hombres, a través de los siglos, siguen igual de necios.
Calíope intervino.

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis,

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?”

—Pues siguen igual, Calíope. El Gran Jurado nos da la oportunidad de elegir la edad física en la que queremos regresar. Los hombres, en su infinita arrogancia, creen que la inteligencia y la madurez están reñidas con la apariencia física. Prefieren ser viejos, a correr el riesgo de perder la lucidez. Vuestra servidora, que antes que nada es una mujer, eligió los veinte años de edad. Si tengo que cambiar la inteligencia que logré alcanzar a los cuarenta y cuatro, por el entusiasmo, los sueños, la fuerza vital que tenía a los veinte, la elección es indudable. Perdonad la vanidad, pero es parte esencial de la naturaleza femenina.
Ahora sí, estoy a vuestras órdenes, señor Cervantes.

miércoles, 9 de abril de 2008

Clímax Dadaísta


Clímax

Do
Re re
Mi mi mi
Fa fa fa fa fa
Sol sol sol sol sol
La la la la la la la la la
Si si si si si si si si si si si si
SI SI SI SI SI SI SI SI SI SI SI SI SI
Si si si si si si si si si si si si
La la la la la la la la al
Sol sol sol sol sol sol
Fa fa fa fa fa
Mi mi mi
Re re
Do

¡Encore! Mi sol.

domingo, 6 de abril de 2008

Inmolación renovada


El día
está tan bello
que no puede mentir.

Tomás Segovia
(Anagnórisis)

Y duele, de tan verdadero
porque se sabe efímero y convicto
a la pena de muerte de la noche.
Aprende las baladas del mar
en la sala del partos del horizonte
y da la vida al final de la parábola
para recordarnos con su sacrificio
que la inmortalidad es un lujo
exclusivo de los creadores.

viernes, 4 de abril de 2008

Glosario del viernes


glosario.
(Del lat. glossarĭum).
1. m. Catálogo de palabras oscuras o desusadas, con definición o explicación de cada una de ellas.


Gnosis:

Conocimiento de las verdades religiosas adquiridas por revelación.


Agnostisimo:

Doctrina que afirma que la existencia de Dios no es segura ni impoisible.


Epicuro:

la felicidad se alcanza a través de los placeres simples.


Hermenéutica:

Arte de interpretar los textos sagrados.


Exégesis:

Interpretación.


Epistemológico:

Estudio crítico del conocimeinto científico.


Maniqueísmo:

Polarización del bien y el mal. (Secta fundada por Maní)


Inmanente:

Lo que es inherente a algún ser o va unido de forma inseparable a su esencia.


Aliteración:

El sonido de la letra.

Repetición notoria del mismo o de los mismos fonemas, sobre todo consonánticos, en una frase.


Especulación:

Juego de espejos.


Sincretismo:

Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes. }



Álvaro y Alex: que el viernes les sea leve, y la vida también.







miércoles, 2 de abril de 2008

Meta poesía


Summa cun laude

Hay poemas que son una carrera universitaria
que se cursa en versos en lugar de semestres.
Contienen en un milagro de síntesis:
la conciencia de los ilustrados de la historia
la biblioteca de Babel que proponía Borges
la ternura acumulada de las musas de la Arcadia
y el aroma inefable de las más hermosa de las flores.

Hay poemas que son un doctorado per se.
Basta leerlos tocados con toga y birrete
para obtener la Summa cun laude
sin examen profesional.


Quo scripsi, scripsi.

La vida se escribe a cada instante
paso a paso
palabra por palabra.
Inédito texto, génesis del tiempo
que exige llenar la danza de las horas
sin detenernos a mirar el péndulo.

Es quehacer de andantes y juglares
rellenar los blancos que dejó vacantes
el asueto del séptimo día.

La vida es visión que no ha nacido
meta de salida, kilómetro cero
y debe redactarse cada día
sin tachones ni remiendos
que no existe aún el know-how
para escribir un segundo proemio.



Asunto de poetas


Por sus obras los conocerás
descifrando sus palabras una a una
hasta encontrar la esencia
su razón
el amor
y la verdad desnuda que
el silencio no puede narrar.