Abdicación

Y qué más puedo esperar de la jornada
si ya escalé tan alto que toqué la nieve con mis pestañas
caté la reserva especial de los diluvios universales
recorrí la séptima marea nadando con los delfines
y degusté el sabor inédito de los cinco elementos,
qué más puedo esperar después de recorrer
el desierto ardiente de la piel amada sin dromedarios
sólo para saborear la ambrosía de su oasis exclusivo
y despojar de burkas y mantillas a la generación de musas
que habitan en el pent-house de la torre de Babel
como invitado de honor de su arquitecto en jefe.
A qué más podría aspirar después de haberle acariciado
las nalgas a la vida el día que me dio la espalda
hasta provocarle un orgasmo que activó la escala de Richter
y convirtió a los pingüinos en golondrinas migrantes.
Adónde más puedo viajar si ya vengo de regreso
y mi embarcación está cansada de seguir la locura de las brújulas,
adónde si las velas perdieron la potencia de los vientos
y los mástiles quieren descansar en la paz del astillero universal.
Y qué más puedo decir si se me acabó la tinta y los borregos
que me ayudaban a dormir se comieron todas las palabras.