lunes, 11 de abril de 2011

El sexto amanecer (primer capítulo).


Prefacio

Peter von Wobester regresó a su casa de Mérida, Yucatán después de dejar a Luciano Arteaga en el aeropuerto. Lo vio perderse en el pasillo de acceso y se quedó con el cerebro convertido en un torbellino. Las revelaciones que había escuchado de la voz del joven arquitecto, daban vueltas en su mente a un ritmo frenético. Sus dioses mayas favoritos habían lanzado los dados a su favor, haciéndolo partícipe del más importante testimonio a que podría aspirar un estudioso de la historia y, desde ese momento, uno de los dos portadores de la Última Profecía de la Cuenta Larga a la que le quedaban sólo unos años para cumplirse.

            Regresó a su casa-estudio y empezó a trazar en su mente, y en un cuaderno de rayas, la ruta crítica de su proyecto. Intentaría poner en blanco y negro los extraordinarios descubrimientos. Buscaría en sus archivos la documentación acumulada por décadas y, en su biblioteca, lo escrito por todos los historiadores, antropólogos, arqueólogos, paleontólogos acerca de la última profecía de los mayas, en la que se auguraba el cambio de una era y el inicio de la siguiente Cuenta Larga.
           
Tenía casi cuatro noches sin cerrar los ojos. La información acumulada era tan inquietante, que impedía al antropólogo ligar dos o tres horas seguidas de sueño. Necesitaba dejar reposar a sus neuronas para poder aterrizar con objetividad la cascada de ideas que se fusionaban en su cerebro con muchas décadas de aprendizaje en universidades, centros ceremoniales mayas, conferencias, diplomados y candentes discusiones con colegas de todos los puntos de orbe.
            Permitió a su esposa peruana, inca pura de veintitrés años, a la que llamaba Atahualpa, utilizar sus artes taumatúrgicas y sus manos sabias para aplicarle un masaje de relajación. Comió con avidez los alimentos que le preparó la buena salvaje para saciar el hambre de quince días de frugalidad tropical esperando a Luciano Arteaga en Cabo Catoche. Logró conciliar un superficial sueño, pero los cenotes desbordándose sobre la civilización y los dioses encabronados con los seres humanos blandiendo sus tridentes damoclianos para provocar a las mareas, le impidieron dormir más.
            Permitió a Atahualpa lavarlo con zacate y jabón bajo la regadera y vestirlo con ropa limpia. Una vez relajado y tranquilo inició la escritura de su ensayo. Era un desafío científico analizar objetivamente la información que tenía, dado que era una mezcolanza de evidencias irrefutables aportadas por estudiosos durante siglos, con la carga de fanatismo mágico que lo relatado por el libro sagrado de Ah’ tlán aportaba. En su mente revoloteaban las palabras de Luciano como aves negras. Según Mamalola, una anciana de incontable edad, la última profecía maya, dictada por Rodrigo de Guerrero, hijo del conquistador Gonzalo, rezaba textualmente así.

“Habrá un nuevo Señor en esta tierra. Se afirmará con gran dolor el curso del Katún que viene, cuando acabe el tiempo que ha estado por encima del orgullo de los itzáes. Un tiempo de frescura sustituirá a un tiempo abrasador. Cuando haya terminado el Katún, se verá aparecer a los descendientes de los príncipes cuyos rostros fueron estrujados contra el suelo, los que fueron insultados en su tiempo; y será una nueva cuenta, y terminará la potestad de quienes hoy se autodesignan árbitros universales y solamente han traído el dolor y la guerra. Dios enviará otra vez el diluvio y permitirá a las aguas subterráneas salir nuevamente y cubrir la tierra; y sólo sobrevivirá Ah’tlán, protegido de la devastación por el amor, y bajará el hijo del hijo de Yahvé y dará testimonio de que su padre fue realmente crucificado dos días atrás, y bajará también, como lo prometió el verdadero Dios, el que creó el cielo y la tierra. Los grandes serán pequeños, los humillados serán otra vez grandes, y nacerá el primer hombre de la nueva Cuenta Larga, el sucesor del primer árbol de la tierra, y amanecerá para los que crean, volverá a salir el sol y los mayas volverán a empezar”

Significaba que el quinto sol maya llegaría a su fin en trece de enero del año 2013, cinco años después de ese día.
Durante  cinco días y tres noches, ya que dos las dedicó a dormir y hacer el amor a Atahualpa, revisó libros, apuntes de sus expediciones en cuadernos amarillos  —más de mil acumulados durante cincuenta años— y aceptó la ayuda de dos alumnos de doctorado para que recabaran información sobre el fin de la cuenta larga en Internet.
Encontró la mayor objetividad y precisión en Thompson, pero también analizó los apuntes de Richard Mewaldt, del California Institute of Technology; de Robert Lin, de la Universidad de California; de astrónomos como Richard Berendzen y Bob Kjellming, del Observatorio Radioastronómico de Nuevo México, en Estados Unidos, y de muchos otros científicos que se habían referido al tema.  Con la información resumida, empezó a cruzar las hipótesis acreditadas con los textos sagrados de los códices mayas.

Los resultados empezaron a aparecer en su cuaderno.
El calendario de la Cuenta Larga de 5,125 días había iniciado su andar el once de agosto del 3114, antes de era cristiana, y terminaría, el 21 de diciembre de 2012, fecha aceptada por la mayoría de los estudios, o el once de enero de 2013, día que coincidía exactamente con la profecía de Rodrigo de Guerrero, conservada por Mamalola en Ah’tlán.

Aparentemente  —especulaba von Wobester— los dioses, Javhé y Hunab Ku, volvían a elegir una balsa de escape a la destrucción de la humanidad, semejante a El Arca de Noé, en la que un grupo de elegidos sobrevivirían a la catástrofe para reiniciar el periodo del Sexto Sol.
Dios siempre ofrecía chalecos salvavidas a un pequeño grupo, quizá para no desaparecer Él mismo.

Algunos estudiosos de los jeroglíficos mayas, aseguraban que el once de enero de 2013, el sol pasaría en su órbita elíptica exactamente por el centro ecuatorial galáctico desde el punto de vista de la tierra. Un evento astronómico detallado con precisión en la cosmogonía sagrada de los mayas, que pronosticaba que el Dios Sol renacería al coincidir con la cerviz estelar de la gran Madre galáctica, conocida como “El sendero de Xibalba”. El once de enero de 2013 el sol renacería, parido por una matriz celestial, durante el solsticio de invierno, día tradicionalmente asociado con el nacimiento de la luz después de la noche más larga del año.

Asombrosas coincidencias, pero apenas comenzaban las revelaciones.

El inicio de un nuevo día galáctico, según los astrónomos más reconocidos, lo define la alineación del sistema solar con las bandas de más alta frecuencia de las Pléyades: Alción, Sirio, Arcturus, Orión y Andrómeda, simultáneamente con el solsticio y las siete lunas siguientes.
El día galáctico es un cinturón de fotones, una nube electromagnética o nebulosa dorada. La fecha prevista: once de enero de 2013. Teoría científica del cambio climático que relaciona la atmósfera con los ciclos planetarios solares y galácticos.
Von Wobester recordó que la nube de luz había sido revelada cuando el célebre astrónomo británico, Edmund Halley, reconocido por el descubrimiento del cometa Halley, comenzó una serie de estudios sobre las Pléyades —Las siete cabrillas de los incas— a principio del siglo XVIII.

Al unir la información astronómica, arqueológica e histórica con los códices mayas, surgió en la mente de von Wobester el concepto de la convergencia armónica 2013. Aparecieron las señales de evolución, la mutación de la visión humana, el cambio total de las ideologías creadas con ignorancia durante miles de años, contrarias a la armonía de la naturaleza y del tiempo.
Se acercaba el día de la verdad, un tiempo nuevo para organizarnos en formas de vida pacíficas. Un inicio, según la Última Profecía, sin los engaños de los libros sagrados y sin la civilización falsa de la Torre de Babel.
Una visión original que despertaría a la verdad de la naturaleza humana. El 2013 marcaría el inicio de una nueva etapa para la humanidad y el universo, el fin de la esclavitud del falso tiempo creado por miles de años de civilización egoísta.

En Ah’tlán resurgirá la humanidad observándose a sí misma. Conocer el origen y destino cósmicos, será la clave del encuentro con una inteligencia universal de la que formaremos parte de forma individual y colectiva.
También halló el investigador viejos apuntes sobre Palenque. El más interesante referente al Templo de las Inscripciones, en la tumba de Pakal Votan. Un reflejo imaginario y arquetípico del universo maya. 
Los mayas manejaban dos tipos de calendario. El cotidiano, conocido como el de la “Cuenta Corta”, que marcaba un año de 584 días solares, y el de la “Cuenta Larga” que definía, de manera asombrosamente precisa, los ciclos y las eras de la humanidad y que vaticina también el final del tiempo en el 2013. Momento que marcará la fase final de una civilización global de la Era de Piscis, y el inicio de una nueva era de armonía en la que despertará la consciencia del amanecer galáctico y del sistema solar rehabilitado.

Von Wobester estaba alucinado. Los estudios científicos más reconocidos en el mundo, coincidían con las profecías relatadas por Luciano unos días antes. Las piezas del acertijo se ajustaban de manera exacta.
Y seguían surgiendo los datos científicos para atizar la hoguera de su pensamiento.

Era un hecho comprobado que el sol estaba comportándose de manera errática. En 2005 la tierra había sido alcanzada por una tormenta solar, la más violenta y misteriosa de los últimos cincuenta años. Un fenómeno que pulverizó los modelos de predicción de la ciencia. Los físicos solares observaron una ausencia total de manchas, algo que siempre anunciaba la proximidad de una leve actividad solar que debía producirse entre 2005 y 2006, unos cuantos años antes del cataclismo previsto para el 2013, precisamente en la fecha en la que los mayas profetizaron el final de la Cuenta Larga del Quinto Sol, y el comienzo de un nuevo ciclo cósmico conocido como el Sexto Sol.
La ciencia confirmaba la profecía de Ah’ tlán. Aparentemente, los mayas sabían cosas que los sabios contemporáneos  ignoraban.
Era un hecho que el calendario maya finalizaría abruptamente el 11 de enero de 2013. El sol recibirá un rayo proveniente del centro de la galaxia y estallará una llamarada radiante que provocará que las aguas de la tierra se derramen en tsunamis incontrolables que precederán al nuevo ciclo cósmico.
Según la Ultima Profecía de Ah’tlán, la Cuenta del movimiento terminaría con terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas y huracanes catastróficos. El libro secreto de Mamalola describía también las últimas dos décadas precedentes al día del Sexto Sol. Habían transcurrido ya quince años y von Wobester pudo comprobar hasta qué punto se habían cumplido las profecías para decidir el nivel de credibilidad.
Según el texto, el último Katún —tiempo de veinte años— había iniciado en 1992, después de un eclipse total de sol que llegó puntual el 11 de julio de 1991.
En 1994 se produjeron importantes perturbaciones en el magnetismo de la tierra, desorientando a las aves migratorias e incluso a los radares de los aviones.
En 1997 hubo tormentas magnéticas muy violentas y un año después, la NASA detectó la emisión de un inexplicable flujo de energía, proveniente del centro de la galaxia.
El eclipse de sol del 11 de agosto de 1999, fue pronosticado con puntualidad por el “Chilam Balam” uno de los  libros sagrados de los mayas.
Un mes después del eclipse, una misteriosa explosión espacial borró durante horas el brillo de las estrellas.
Terremotos, inundaciones, incendios, explosiones, calentamiento global, erupción de volcanes, derretimiento de los glaciares, aparición de un nuevo cometa, la formación en el cielo de una extraña configuración astrológica con la integración de un signo nuevo.
Un complejo simbolismo que coincidía con la Última Profecía de la Cuenta Larga. El final del último Katún desafiaba a los humanos a decodificar los signos: ¿autodestrucción o transformación? 

Resumiendo la información que le entregaron sus alumnos, Peter von Wobester dedujo que la fecha prevista coincidiría con el pico del la actividad solar y con la segunda parte del tránsito de Venus. Sabía perfectamente que el ciclo de las manchas solares de once años de duración, había siempre provocado  extraños fenómenos en la tierra y en los humanos que la habitaban. Y surgió en su mente una pregunta fundamental: ¿habría alguna relación entre el calendario maya, la profecía de Ah’tlán, el ciclo de las manchas solares y el tránsito de Venus? La respuesta apareció al amanecer como una epifanía: uno de los tránsitos había sucedido entre 1518 y 1526. Años fundamentales en la conquista de México. Ningún historiador había llegado a conclusiones precisas del porqué, un puñado de conquistadores había derrotado al poderoso Imperio Azteca. La clave estaba en una de las profecías, que anunciaba el regreso de Quetzalcóatl en el año uno caña, es decir: 1518. Quetzalcóatl era un Dios asociado directamente con Venus, y se presentaría como un hombre blanco y barbado. 

La llegada de los españoles coincidió con las profecías y bloqueó intelectualmente a los monarcas mexicas. Los sacerdotes habían detectado otras señales importantes, como la erupción del Popocatépetl, el avistamiento de luces en el cielo y el desbordamiento del canal de Xochimilco sobre la Gran Tenochtitlán. El final del Imperio se aproximaba.

Así fue en efecto concluyo von Wobester—. La llegada de los españoles puso fin a la civilización de las pirámides.

Y siguieron apareciendo las coincidencias y los presagios.

El inicio del tercer milenio había traído un incremento espectacular de las catástrofes naturales. Mientras más nos acercamos al 2013, la tierra tiembla, se mueve, eructa nubes de ceniza, gas ardiente y lava.  Las erupciones volcánicas incrementan el efecto invernadero y el cambio climático. Se incrementa la violencia de los huracanes.

Peter von Wobester terminó de escribir.  Eran demasiadas coincidencias, los segmentos del rompecabezas encajaban milimétricamente y su mentalidad científica se declaró derrotada por su alma mística.

Sólo quedaba sentarse a esperar la fecha del inicio del Sexto Sol. A él no le permitirían entrar a Ah’ tlán, la nueva Arca de Noé. 
El péndulo estaba oscilando.
Su destino estaba atado al del resto de la humanidad. 














4 comentarios:

Unknown dijo...

Verdad o mentira ,,,,me dejaste con curiosidad ,,eres buen estratega de mercadeo Alvaro :))

Álvaro Ancona dijo...

Prefiero ser buen escritor, Mayra.

Julio dijo...

No he podido leer con detenimiento, Álvaro; pero me parece estupenda esta aventura, ¡ánimo!
Salud

escribes conmigo dijo...

La historia es muy buena pero me parece muy pesada para inicio de una novela, muy saturada de datos, claro que atrapa y deja con ganas de mas( en especial si eres admirador de los mayas y su cultura.

un gusto leerte.

Mario